Cuestiones filosóficas que siempre quisiste saber: capítulo VI
Seguimos con nuestra serie de cuestiones filosóficas acerca de las clases de Yoga. De la mano de Naren Herrero, experto y profesor de filosofía de la India, respondemos a esas preguntas que no te has atrevido a hacer. En posts anteriores, hemos ido reuniendo esas dudas, cuyas respuestas parece que ya sabes, pero que nunca nadie te ha contado. Hoy nos detenemos en la sexta entrega: ¿por qué hay que postrarse al final de la clase de Yoga?
La invitación del profesor
El acto de postrarse no es popular en el mundo moderno porque remite a la idea de «agachar la cabeza». Sin embargo, en clases de Yoga a menudo el profesor nos invita a rendirnos al finalizar, en señal de entrega o agradecimiento. A muchos practicantes, este hábito les cuesta y quizás saber por qué lo hacemos le otorgue mayor sentido.
Reverencia desde que saludamos con un namasté
Para empezar, la sola palabra namasté, el popular saludo indio que tanto se usa en Yoga, significa «reverencias a ti». Por eso, la idea de postrarse ya es inherente en el simple saludo con manos juntas. Asimismo, el difundido surya namaskar, la secuencia del calentamiento físico que se usa en casi todos los estilos de Yoga, quiere decir postraciones al sol. Sus movimientos incluyen un proceso que va de estar de pie hasta llegar al suelo en una actitud de completa postración. A la vez, gran cantidad de los mantras más populares y poderosos de la tradición hindú, incluyen la palabra namaha. Otra vez, estamos frente a un término que significa postraciones o reverencias, aunque estas sean mentales y no físicas.
Pero, ¿qué implica postrarse al final de la clase?
- Es dar gracias a la vida por haberte dado esta hora dedicada solo a ti. Es una forma de cultivar la gratitud, una gran cualidad que nos proporciona automática felicidad. En general, uno se focaliza en lo negativo o en lo que no tiene y pierde de vista lo que tiene. Si tiene trabajo, se queja del jefe; tiene pareja, se queja de que se deja la ropa tirada en cualquier sitio; quien tiene hijos, se queja de que no le dejan dormir; si tiene un cuerpo, se queja de que está cansado…
- También es felicitarse a uno mismo por haber tenido la determinación y la voluntad de ir a clase o de practicar solo, en lugar de hacer cualquier otra cosa.
- Es mostrar agradecimiento a los demás compañeros de práctica (si los hay) por apoyarse mutuamente. Por haber estado ahí, esforzándose, a veces, sudando, siempre respirando junto a ti, compartiendo ese tiempo y ese espacio como si fueran un equipo. Fomenta la sensación de unidad, en lugar de separación e individualidad que tanto caracteriza a esta sociedad.
- Es, por qué no decirlo, un agradecimiento al profesor por haber guiado la clase. Quizá no te guste postrarte ante otra persona. No obstante, al postrarte ante el o la profesora de Yoga, lo estás haciendo, en realidad, ante la sucesión ininterrumpida de maestros que nos han legado la disciplina yóguica, desde hace cientos o miles de años, y que nos permiten ahora estar practicando.
- Finalmente, a través de llevar la cabeza a tierra, es poner también los pies en la tierra. Esto es reconocer que esa hora de práctica para ti, exclusiva y bonita, se ha acabado y ahora toca salir a la vida. Es una forma de volver a asentarnos en la rutina cotidiana, aunque ahora con mayor paz interior o con la mente más clara. Esto nos da herramientas para contribuir al mundo, irradiando la positividad, la lucidez o la calma que hayamos conseguido.
Por tanto, como ves, al postrarnos estamos cultivando tres cualidades fundamentales: gratitud, humildad y respeto.
Si quieres conocer otras cuestiones filosóficas acerca de tu clase de Yoga, no te pierdas los números 112 y 113 de tu revista Yoga Journal España. Para conseguirlos, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es