En sus orígenes, el Yoga se creó para el colectivo masculino, dejando de lado a las mujeres. Paradójicamente, en el siglo XXI es una práctica casi exclusiva para mujeres. Y yo me pregunto, con lo enriquecedor que es la diversidad, ¿por qué tenemos la costumbre de excluir? En el mes del orgullo, cinco testimonios del colectivo LGTBIQ+ nos cuentan cómo ha aportado la práctica del Yoga en sus vidas y cómo les ha ayudado a vivir como quienes son.
Por ANA RELLO // Fotos de DIANA PÉREZ-TABERNERO
Desde pequeña he tenido la tendencia de cuestionar ideas y conceptos, derribar creencias y abrazar la posibilidad del cambio. Tal vez por eso, tras más de dos décadas en el camino del Yoga, he podido acercarme a esta disciplina desde diferentes ángulos: Iyengar, Sivananda, Ashtanga, Vinyasa, Jivamukti, Yoga oncológico, Yoga para mayores… Y, aunque no me considero seguidora de ningún linaje, honro todas las enseñanzas que he recibido, ya que estos pasos me han llevado a dirigir un centro de Yoga donde todes les persones son bien recibidas.
Sin forzar nada, Studio N8 se ha convertido en un centro de Yoga de integración. Da lo mismo si tienen 14 o 70 años, si son hombres o mujeres, su orientación sexual, sus creencias o ideologías… Da lo mismo. Todes formamos parte de una comunidad en la que compartimos el Yoga. En nuestro centro derribamos ideologías y barreras a través de la disciplina ancestral del Yoga.
El mes de junio es el mes del orgullo por la diversidad y, por eso, os queremos ofrecer aquí los testimonios de persones del colectivo LGTBIQ+, que viven abiertamente quienes son y lo que la práctica de Yoga les aporta. Esta es la comunidad de Studio N8.
ARITZ ZUMARRAGA
El poder practicar Yoga en un entorno LGTBIQ+ friendly te da una paz exterior que complementa perfectamente la serenidad interior que consigues con la práctica. Te olvidas de las preocupaciones que surgen del entorno en el que vivimos, preocupaciones relacionadas con la integración social y el miedo a expresarte sin tabúes, etc.
En la sala no te sientes incómodo por miradas o comentarios de los otros practicantes, por cómo vas vestido, cómo expresas tus movimientos o cómo sientes el Yoga. Te sientes libre de expresar tu afecto hacia otros compañeros que, tras coincidir varias veces en clase, se convierten en amigos.
Vivir y sentir continuamente cada pequeño obstáculo, que individualmente puede no ser significativo, es muy desgastante. Te hacen sentir incómodo, te hacen sentir desplazado, te hacen sentir fuera de la paz que quieres conseguir con la práctica.
Practicando Yoga buscas sentir ligereza física y mental, sentirte bien, sentir la energía equilibrada. ¿Cómo se puede conseguir eso, si realmente el entorno no lo permite? ¿Cómo puedes sentirte bien internamente, si no lo sientes externamente?
Aunque la práctica sea individual y cada uno haga lo suyo, se ejecuta en un entorno social, donde cada alumno y cada profesor aporta su granito de arena en el clima y en la energía que se crea. Por eso, considero que Yoga es una disciplina colectiva. Hay un antes de la clase, durante y un después. Y si te sientes integrado participarás más, lo harás tuyo y aportarás para que sea de todos.
La tranquilidad que siento cuando voy a hacer Yoga en N8, se multiplica mucho por el clima de aceptación e integración que se siente. Somos un colectivo que integra cuerpo, mente y que no excluye a nadie.
SERGI MOLLA
Puede sonar a tópico, pero para nosotros como personas LGTBIQ+, las barreras sociales existen y son más evidentes de lo que pensamos (y casi siempre invisibles). Es por eso, por lo que poco a poco debemos ir derrumbándolas. Aunque en algunos casos sea difícil, en otros será mucho más fácil. Tal vez nos cueste, pero cuando se rompen, da un gustazo tremendo. En mi caso, una de las mejores formas de romperlas ha sido con la práctica del Yoga.
Una primera gran barrera por la que solemos pasar es esa «energía heterosexual» que nos encontramos en la gran mayoría de centros deportivos. La integración para nosotres no es nada fácil. ¿Quién no ha estado en un gimnasio y ha sentido esa sensación? Nuestro primer reto es empezar a sentirnos cómodes en estos espacios, y no es tan fácil. Miradas, gestos, cuchicheos y comentarios homófobos hemos sufrido todes. Es por ello por lo que algunas veces nos refugiamos en espacios más reducidos, acogedores, cómodos, tranquilos… Y terminamos en espacios sin barreras, libres de prejuicios. Uno de esos espacios para mí ha sido este centro en el que empecé hace 2 años a practicar Yoga.
Bienvenidas comodidad y tranquilidad
Inicialmente, al abrir la puerta, ya supe de antemano que la barrera de «energía heterosexual» estaba derribada. Fui con mi marido (practicamos juntos) y la acogida de Ana fue muy dulce, al igual que la del resto de compañeras de clase –son el 90% de género femenino, aunque cada vez somos más hombres, y poco a poco, más pertenecientes al colectivo–.
Empieza la práctica y desde el minuto cero, el primer punto ganado. A partir de ahí, toca dejarse llevar, disfrutar, relajarse y aprovechar el tiempo. Las clases de Yoga son mi momento personal donde acostumbro a centrarme en mí mismo y mirar hacia adentro. Puedo enfrentarme de tú a tú a esas barreras mentales internas, que, como persona del colectivo, siempre he tenido –sí, más barreras, siempre están ahí–.
Es en este camino de la práctica constante del Yoga, y de mucho aprendizaje, lo que me ha ayudado a minimizar o, incluso, eliminar esos miedos, pensamientos o monstruos que, en algún momento, han estado dando vueltas por mi cabeza. Es muy destacable cómo la propia práctica me ha servido para focalizarme en cómo soy, cómo me siento, qué quiero, dónde tengo el foco. Ese gran trabajo mental ha sido todo gracias a la práctica, junto a aprender a meditar, ya que no lo he encontrado en ningún otro deporte (de todos los que practico).
No quiero terminar sin nombrar algunos de los beneficios que, a nivel físico, también aparecen: más flexibilidad, mejora de la respiración y capacidad pulmonar, liberación del estrés, fortalecimiento de músculos… ¿Hace falta que siga? Personalmente, el físico no es ni ha sido mi prioridad, pero si la práctica me ofrece ese punto, pues, evidentemente que lo aprovecho. Tú, ¿los dejarías escapar?
Yo no tuve la suerte de que me aconsejaran, ni que me ofrecieran la mano para empezar. Directamente me lancé al vacío, aunque de vacío nada. Todo este camino está lleno de bondades. ¿A qué esperas para empezar? Rompe ese ancla que te está frenando. Ni se te ocurra dudar ni un momento. Es algo que agradecerás desde el inicio y seguro que tu experiencia ayuda a más como nosotres a empezar por este camino de practicar Yoga en un ambiente seguro y con ganancias constantes. Espero verte en breve practicando en tu mat.
ÁLVARO PADIAL
«Y cuando Sidhartha escuchaba atentamente ese río, aquel canto orquestado por mil voces, cuando no escuchaba los lamentos ni las risas, cuando no ataba su alma a la de las voces ni se introducía en ella con su propio yo, sino que las oía todas, percibiendo el conjunto, la unidad entonces la gran canción de las mil voces se reducía a una palabra, a una sola, y esta palabra era: Om, la Perfección».
Me gustaría comenzar este testimonio con esta cita del libro de Hermann Hesse, Siddhartha, que cuando leí, me sentí identificado y vi que encajaba perfectamente con las sensaciones que sentía una vez que finalizaban mis primeras prácticas de Yoga, allá por el 2019, en este centro tan peculiar, diverso e inclusivo con las personas del colectivo LGTBIQ+, al que pertenezco. Ahora entenderéis por qué: descubrí que en la mayoría de los casos, al acabar mi practica de Yoga, las percepciones de cómo debía de gestionar mi vida, cambiaba. La forma de cómo actuar, de cómo tomar mis decisiones, de cómo parar y pausarlas en el tiempo, para después valorarlas con calma. Me permitía, por tanto, dar un margen más amplio para adquirir otra visión de la vida.
Como os he desvelado anteriormente, el Yoga y este lugar en el que me muestro sin tabúes, me han dado la oportunidad de poder detenerme por un momento, pausarme y retomar con más fuerza y con otra perspectiva mi vida diaria cotidiana. Disfrutar del presente y dejar los problemas fuera de la sala es un lujo y hace que sea divertido asistir a la clase e incorporar el Yoga a mi rutina.
También he de añadir los beneficios físicos de practicar Yoga, que me ha permitido afrontar retos tan importantes como la subida al Toubkal (4.167 m de altitud), pico más alto de Marruecos y del norte de África. La fortaleza física, mental
y de autocontrol que he adquirido en Yoga ha sido vital para alcanzar la cima con éxito. Esto ha supuesto que el Yoga forme parte de mí, con un papel relevante para mi estabilidad, bienestar físico y mental. Además de permitirme disfrutar
con amigos y de crear una sanga sin límites, ni prejuicios.
VÍCTOR AYALA
Practicar Yoga surgió de casualidad y me abrió las puertas a mi mundo interior. Recuerdo aquel primer día. Mi motivación para empezar a practicar Yoga era física, mejorar mi flexibilidad, ya que por mi entrenamiento la estaba per- diendo… Y nada más alejado de lo que el Yoga se convertiría en mi vida.
Llegué a la sala, Ana me dio la bienvenida como si estuviera muy contenta de verme, sin conocerme… Me pareció curioso. Tras una pequeña charla, derribó todas mis expectativas sobre el Yoga. Me invitó a reírme de mis limitaciones, a regalarme ese momento y disfrutarlo. Esta pequeña charla me marcó. Jamás nadie me había invitado a permitirme no hacer algo bien y disfrutar. A no ser perfecto. Jamás me había planteado hacer algo para mí y tomarlo como un regalo.
Ese día, quizás fue la peor práctica que me pude regalar, sudado y jadeando. Terminé muerto, casi desmayado en Savasana. Pero no me sentía avergonzado, ni ridiculizado, sino todo lo contrario. Me sentía tranquilo y protegido. Esas pequeñas dosis de plenitud que conseguía en las prácticas me abrieron la curiosidad de querer más tiempo en ese estado de no pensar en el mundo, de estar atento al presente.
En las prácticas me pasaba una cosa curiosa: ponía tanta pasión a las posturas (como me dice Ana) que terminaba exhausto, tenso y frustrado. Y un día, durante una sesión de Yoga, como por arte de magia, me di cuenta que con mi vida estaba haciendo lo mismo.
Autoconocimiento
Desde que acepté mi homosexualidad, llevaba poniéndole tanta pasión por encajar en el entorno LGTBIQ+ que me desvié a un lado superficial, el cual realmente no va conmigo. Pero al no conocer y el miedo a no encajar, inconscientemente me llevaba a seguir esos patrones de comportamiento y a una vida insatisfecha en general.
El día que entendí dije: «Frena, para, para, para». Me explotó el cerebro con todo. Después de interminables momentos de llanto y pena conmigo mismo, la práctica de Yoga se convirtió en un pilar inamovible en mí día a día, ya no solo en la sala, sino en casa. Me llevó a conocerme, a amarme, a buscar más tiempo de meditación.
Entendí que las cosas encajan solas. Descubrí que el respeto a uno mismo no tiene por qué incomodar a los demás. Que elegir ser uno mismo no tiene por qué alejarte de tu grupo, que era lo que más miedo me daba.
Ahora tengo más cerca a las personas a mi alrededor por ser como soy, personas que yo pensaba ni existían. Ahora creo entender por qué Ana se alegró tanto de verme ese día. Quizás la vida que me esperaba se reflejó en ella y sabía la cosas maravillosas que descubriría.
O eso quiero creer.
CHRISTOPHER DEAN
Antes de empezar con el Yoga, ya me había iniciado en la práctica del mindfulness y la meditación a través de un grupo LGTBIQ+. En aquella época, sufría de mucha ansiedad y ataques de pánico, algo que es muy común entre las personas LGTBIQ+, que hemos sufrido el trauma de intentar esconder lo que somos.
Cuando se me presentó la oportunidad de probar Yoga al lado del box donde entrenaba crosstraining, decidí hacerlo, porque hasta entonces mi experiencia en la meditación había sido muy positiva y quería seguir incorporando este tipo de prácticas que aportan serenidad a mi día a día.
Para mí, el Yoga es una forma para contactar con mi cuerpo sin juicio y poder estar totalmente en el presente, dos conceptos que me habían resultado complicados en el pasado. En estos años de práctica, he sentido mucho crecimiento no solo a nivel físico, sino también a nivel mental y emocional gracias a la conexión mejorada con mi propio cuerpo.
Lo que más me encanta de practicar Yoga en esta sala es que es un ambiente donde todes son bienvenides, da igual la orientación sexual o identidad de género que tengas. No hay competición y nadie te va a juzgar por poder hacer o no hacer cualquier pose. Estás tranquilo. Lo único que necesitas es un cuerpo y ganas de experimentar.
Ana Rello es profesora de Yoga certificada. A lo largo de su trayectoria de más de 20 años ha podido acercarse a esta disciplina desde diferentes ángulos y, aunque en la actualidad no está ligada a ningún linaje, honra todas
las enseñanzas que han marcado su camino. Desde su sala acompaña a las personas con cercanía, respeto e integración. Y focaliza su faceta de ilustradora en proyectos relacionados con el Yoga, como manuales de profesores y libros especializados.
www.studion8yoga.com
@studio_n8_yoga
Si quieres leer más acerca de cómo el Yoga consigue derribar falsas creencias y barreras, y acoge a todas las personas sin importar su orientación sexual, no te pierdas el número 131 de la revista Yoga Spirit. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es