Cuando nos duele la cabeza, apretamos los dientes o los puños, sudamos más de la cuenta sin estar moviéndonos o nos duele la tripa, solemos buscar la causa solo en nuestro cuerpo físico. Sin embargo, nos olvidamos de que nuestras emociones también tienen algo que decir. Cuando estas no pueden liberarse, no les hacemos caso, no las escuchamos, no las enfrentamos o tardamos mucho en hacerlo, pueden buscar una ruta alternativa de expresión y es el cuerpo el que se manifiesta. Esto es somatizar.
Por Aminie Filippi// Práctica de Elena Sepúlveda
Cuando los problemas emocionales afectan a la salud física puede que empecemos a somatizar, y demos pie a un fenómeno que consiste en transformar inconscientemente los conflictos que están revolucionando a nuestras
emociones, generalmente derivadas del estrés, la ansiedad o la depresión, en síntomas que afectan a nuestro cuerpo físico, provocando las llamadas enfermedades psicosomáticas. Estos síntomas, frecuentes y diversos, y cuya aparición no está justificada por una causa fisiológica, afectan el ámbito social, personal o laboral. Para entenderlo mejor, la psicóloga Ana Kovacs lo resume en pocas palabras: «somatizar es la comunicación del malestar a través del cuerpo».
¿Por qué ocurre?
Sabemos que todo lo que pasa en nuestro cuerpo repercute en las emociones: si estamos saludables, tenemos buen ánimo, estamos llenos de energía, nos sentimos motivados y disfrutamos momentos de felicidad. Sin embargo, en el sentido contrario, estamos menos familiarizados con el fuerte impacto que producen las emociones negativas o dolorosas en nuestro organismo.
El estrés, que es un motor necesario para movernos en la vida y no siempre es negativo, cuando es excesivo o muy sostenido en el tiempo o derivado de una situación que nos altera, se convierte en un factor perjudicial para nuestra salud global, tanto física como mental. «Un estrés sin control y alargado en el tiempo puede dar lugar a somatizaciones así como desembocar en enfermedad».
Pero no es la única. La experta nos cuenta que también pueden ser señales otras desregulaciones, como evitar los conflictos, no querer enfrentarlos o resolverlos, no parar o ir atropellados por la vida, no querer renunciar a nada, etc. Estas características lo único que hacen es potenciar más aún que nuestras emociones se descontrolen y que ello repercuta en nuestro cuerpo.
Es importante hacer hincapié en que el hecho de que un trastorno físico curse asociado a factores psicológicos, no significa que el cuerpo no se resienta de verdad. El dolor y el malestar existen, son reales, y cuando esto ocurre hay que escucharlos. «Cuando el cuerpo habla, hay que atenderlo, ver cada síntoma, no importa cuál sea su origen», sostiene la psicóloga.
Los más proclives a somatizar
Las personas a quienes les cuesta expresar verbalmente sus emociones suelen tener tendencia a somatizar más. Pero incluso aquellas que suelen expresarse más abiertamente, también pueden somatizar cuando el malestar es muy intenso, prolongado o difícil de sostener.
No escuchar al cuerpo o a las señales de malestar, independientemente del origen que tengan, también puede aumentar las probabilidades de somatizar y padecer una enfermedad. «Cuando nos negamos a escuchar al cuerpo, hay más vulnerabilidad a que el malestar vaya a peor».
Ana Kovacs advierte que «lamentablemente, a veces, el cuerpo ya no sabe cómo contarnos lo que pasa, y se rompe».
Entonces, aparte de las crisis de pánico, de ansiedad y depresión, pueden producirse infartos o cuadros graves de otras patologías, a veces, de manera irreversible. «No podemos echar la culpa siempre a la psique, pero en muchos casos, ello se produce porque no se ha puesto remedio antes».
Qué podemos hacer
Como hemos dicho antes, la salud engloba la física y la mental, por lo que si mejoramos una, la otra también se verá beneficiada. Por eso, es necesario cambiar la forma con la que nos relacionamos con nuestro cuerpo y con lo que sentimos. Y esto pasa, primero, por parar, por bajarnos de la vida acelerada y detenernos en una conversación tranquila y consciente con nosotros mismos. Esto, que parece de lo más natural del mundo, hoy en día es la excepción, lo raro, lo que, poco a poco, se está perdiendo.
En esta misma línea, en esa escucha atenta que debemos practicar, Ana Kovacs señala que conviene tener en cuenta que «los síntomas son señales a las que prestar atención. Podemos acompañarlos, escucharlos, atenderlos, cuidarlos, y no necesariamente eliminarlos, porque aunque sean molestos, tienen su función y, de algún modo, también nos sostienen».
Aun así, existen algunos gestos que podemos hacer para reducir las posibilidades de somatizar, de que nuestras emociones afecten a nuestro cuerpo físico, y con ello, disminuir el riesgo de enfermar físicamente. «A veces, cuando lo atiendes, ciertos síntomas mejoran e incluso pueden desaparecer».
- Tomar la decisión de autocuidarnos. Un gran paso, porque tiene que ver con la toma de consciencia y la determinación de escuchar el cuerpo. «No todo el mundo se anima, se atreve o tiene ganas de hablar con un profesional, que eso siempre ayuda, pero la decisión de cuidarse como cada uno pueda es fundamental».
- El ejercicio. «Puede ayudar a desanudar aquello que está enredado dentro. Bailar, cantar, caminar, mover el cuerpo, moviliza las estructuras del cerebro».
- Practicar Yoga. No solo por sus beneficios físicos para el organismo, sino también porque «es un momento precisamente para pararnos, escuchar el ruido interno, atender cada rincón, permitirnos una pausa y darnos prioridad. Al hacerlo, podremos atender lo que dice el cuerpo».
- Parar. Vivimos en una sociedad que no te permite detenerte ni un minuto, que te empuja a caminar rápido, a hablar rápido, a leer rápido, y a vivir de esa manera acelerada que te aleja del simple hecho de escucharte. «Detenernos a analizar qué nos tiene agarrotados, doloridos o angustiados nos va a dar la pista de qué necesitamos cada uno, hacia dónde tenemos que ir.
- Cuidar la alimentación y el sueño. Son pilares en los que el cuerpo se sustenta.
- Reír.
- Estar en contacto con la naturaleza.
- Buscar el silencio. Aunque, al principio le tengamos miedo, quizá es un excelente escenario para saber qué necesitan tu mente y tu cuerpo.
- Relaciones sociales, las que necesites. «En ese momento de parar y apagar el ruido interior, podrás reflexionar acerca de si necesitas a tus familiares cerca o lejos, o pensar en los amigos que te nutren».
Así nos habla el cuerpo
No es fácil descubrir cuándo estamos somatizando y cuándo no. Todo dependerá de la persona, la situación, su historia vital. Pero, a veces, cuando no nos vinculamos con lo que estamos sintiendo, se nos escapan algunos guiños que nos mandan nuestras emociones. «Detrás de lo que manifiesta el cuerpo puede estar el miedo, la angustia, la ira, la tristeza… A veces, estas son difíciles de expresar y, por distintos mecanismos, es el cuerpo el que acaba mostrándolas», afirma la psicóloga, quien añade que «solemos olvidar que todo está conectado, y que las emociones están presentes siempre. Somos un ser global y la salud es un todo».
- Dolor de cabeza
- Contracturas y dolores musculares y de espalda, especialmente en el cuello
- Bruxismo
- Alteraciones en la piel (eczemas, dermatitis, picores, llagas en la boca…)
- Molestias digestivas, como diarreas, inflamación, gases.
- Náuseas, mareos, sensación de ahogo.
- Fatiga, problemas de sueño.
- Alteraciones en la menstruación
- Disminución de la libido y alteraciones sexuales.
- Problemas cardiovasculares, incluso infarto.
LAS SEÑALES NO SON CLARAS
Detectar si la causa directa del somatizar tiene origen en la fisiología del organismo o en las emociones es bastante difícil. Lo verdaderamente importante es reconocer cuando un síntoma se repite con frecuencia y suele asociarse con una determinada emoción, puede ser una pista de que estemos somatizando. Hay personas que lo tienen claro y saben de sobra que, en períodos concretos de estrés, por ejemplo, les salen llagas en la boca o les bajan las defensas y brotan herpes, o que cuando están nerviosos, tienen molestias digestivas o les aparecen eczemas en la piel o sienten que se quedan sin aire. Hay otras, en cambio, que no lo han podido detectar. «Incluso hay quien, sabiendo que algún dolor tiene que ver con un malestar interno, no lo quieren ver», añade Kovacs.
PRÁCTICA
Un lado siente, un lado piensa
Una técnica yóguica que podría ser útil para discernir si una señal física es una somatización o no es Nadi Shodhana. La próxima vez que percibas esa molestia o indicio de que algo no está bien en tu cuerpo, pausa y dedica unos momentos a hacer este pranayama (no recomendable si la molestia es muy intensa) que equilibra el hemisferio pensante del cerebro con el intuitivo.
1 Para empezar, encuentra una posición sentada que te permita mantener la espalda erguida con comodidad mientras los hombros están relajados. Cierra o entorna los ojos para minimizar las distracciones externas y que puedas empezar a sentir una conexión más profunda con las señales de tu cuerpo.
2 Con la mano derecha, haz Vishnu Mudra (el dedo índice y el dedo medio se doblan hacia la palma de la mano mientras el pulgar, el anular y el meñique quedan extendidos). Con la mano izquierda, haz Chin Mudra (la punta del pulgar toca la punta del índice mientras los otros dedos permanecen extendidos).
Descansa la mano izquierda sobre la rodilla o muslo izquierdo. Vas a usar la mano derecha para tapar lasfosas nasales alternativamente.
3 Toma un par de respiraciones profundas por ambas fosas nasales. Luego tapa la fosa nasal derecha con el pulgar derecho e inhala por la fosa nasal izquierda contando hasta 6 (o más si se siente natural). Al finalizar la inhalación, tapa la fosa nasal izquierda con el dedo anular derecho y exhala lentamente por la fosa nasal derecha.
Terminada la exhalación, inhala por la fosa nasal derecha contando hasta 6 (o más si se siente natural). Al final de la inhalación, tapa la fosa nasal derecha con el dedo pulgar derecho y exhala lentamente por la fosa nasal izquierda. Esto completa un ciclo. Haz entre 5 y 10 vueltas completas.
Al promover la conciencia de la respiración, esta técnica te ayuda a conectar más profundamente con las sensaciones del cuerpo, a calmar la mente y a regular el sistema nervioso, lo que trae consigo una mayor claridad mental. Cuando estamos en un estado de calma, es más fácil discernir si una sensación es física (y puede estar relacionada con una causa orgánica) o si está vinculada a emociones reprimidas o conflictos internos (es decir, somatización). Además, este pranayama equilibra el lado pensante del cerebro con el lado intuitivo. A medida que practicas, desarrollarás una mayor capacidad de autoobservación que te permitirá identificar patrones en tu cuerpo y mente. Esta comprensión puede ayudarte a distinguir entre síntomas que son puramente fisiológicos y aquellos que pueden estar relacionados con factores emocionales.
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