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Libérate de las emociones negativas

by Redacción
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Si bien todas las emociones cumplen una función necesaria, a veces, conviene mantener a raya algunas, cuando aparecen en situaciones complicadas y se nos desatan sin control.

Por Aminie Filippi // Práctica de Elena Sepúlveda

Aparecen con frecuencia en los momentos más críticos. Tenerlas controladas es quererse un poco más a una misma, desbloquearnos y conseguir avanzar. «Todas las emociones, sean agradables o desagradables, cumplen una función necesaria, incluso algunas son mecanismos de defensa que nos protegen en situaciones adversas. Las emociones tienen un sentido, debemos aprender a leerlas y traducirlas», sostiene la psicóloga sanitaria y clínica Ana Lucas, experta en EDMR y directora de Psico-Salud. La experta refuerza la idea de que, en general, las emociones nos están dando información de lo que está pasando en el entorno y cómo esta situación nos está afectando. «Este es el primer paso para aprender a gestionarlas», dice.

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Las emociones que pueden dañarnos

Ana Lucas, eso sí, distingue cuando las emociones que nos activan o nos ponen en alerta suponen un problema o peligro. «Hay emociones como el miedo, la ira, la ansiedad o la depresión que, cuando se manifiestan de forma recurrente, merman nuestra calidad de vida y en muchos casos requieren la intervención de un profesional de la psicología para ayudar a las personas a entender su origen, cómo se han consolidado en nosotros, identificar qué factores disparadores las potencian y cómo podemos empezar a regular todo ese malestar que generan», afirma la experta. Estas emociones pueden aparecer con frecuencia en nuestra vida y no lo hacen de forma casual. «En los momentos más críticos o cuando tenemos menos energía, es normal que todas esas emociones nos afecten con más intensidad, lo que obstaculiza nuestro bienestar diario y nuestro crecimiento personal a largo plazo».

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¿Son las emociones destructivas?

Es verdad que en nuestra sociedad hemos aprendido que algunas emociones son malas o destructivas: la culpa, la vergüenza, el miedo tienen mala prensa. «Todas tienen un componente de aprendizaje cultural que nos ha transmitido si es bueno o malo sentirse así», dice la experta. «Eso no quita que sean incómodas y que no sepamos muy bien qué hacer con ellas. De ahí que la tendencia es a ocultarlas, minimizarlas, e incluso bloquearlas».

Pero Ana Lucas nos explica que, en realidad, no es tan así. «Las emociones surgen como una respuesta natural del sistema nervioso ante las situaciones que vivimos. Estas emociones tienen sus raíces en nuestros instintos de supervivencia más primitivos, diseñados, la mayoría de las veces, para protegernos de peligros reales». Por eso, en el día a día, son las emociones negativas o incómodas las que más se nos graban. Tanto que también puede pasar que, en ocasiones, nos quedemos atrapados en el malestar y necesitemos hacer terapia.

Nuestro sistema nervioso es protector, pero, a veces, se desajusta. Es por esta razón que es habitual que estemos reaccionando constantemente de manera desproporcionada a situaciones que no representan un peligro real. «En la mayoría de estos casos, el trabajo que realizamos los psicólogos es ayudar a la persona a regular el nivel de intensidad, a leer la información que le está dando su cerebro, ponerla en orden y empezar a gestionar», nos explica.

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Los efectos de que las emociones se descontrolen

Estas emociones pueden llegar a tener un carácter destructivo, ya que en algún momento tienen un impacto negativamente significativo en nuestra vida cotidiana. Pueden afectar nuestras relaciones, nuestro desempeño laboral, nuestra salud física y mental, e incluso nuestro sentido de bienestar y autoaceptación.

«Cuando las emociones negativas se disparan, es fácil tomar decisiones equivocadas, porque el cerebro empieza a generar distorsiones cognitivas e ideas irracionales, producidas por un exceso de nerviosismo, cortisol, adrenalina y noradrenalina, que intoxican el cerebro y que nos impiden ver la realidad objetivamente», explica la psicóloga. No es raro que notemos cómo emociones como el miedo, la ira o la tristeza tienen la capacidad de alterar nuestra percepción de lo que estamos viviendo y hacernos vivir en un estado de alarma que no es saludable.

Cómo recobrar el control sobre las emociones destructivas

La experta nos tranquiliza, ya que, afortunadamente, como dice, existen estrategias efectivas para lidiar con la intensidad de las emociones incómodas y salir del secuestro emocional. Algunas de las estrategias que sugiere la terapeuta son:

  • Fomentar la conciencia emocional: aprender a reconocer y nombrar nuestras emociones en el momento en que surgen.
  • Entrenar la regulación emocional: nos permite ampliar la ventana de tolerancia para manejar y modular nuestras respuestas emocionales de manera saludable.
  • Practicar la autocompasión: o lo que es lo mismo, cultivar una actitud de amabilidad y comprensión hacia nosotros mismos, en lugar de juzgarnos duramente.
  • Por último, buscar la ayuda de un psicólogo: será quien nos acompañe en el proceso para superar patrones de intensidad emocional destructivos.
  • Al aplicar estas estrategias, podemos aprender a tener una mayor inteligencia emocional, lo que nos permite avanzar en nuestra vida con más confianza, autoaceptación y bienestar.
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¿Sabes qué es la técnica del EMDR?

Las terapias profesionales de tercera generación de hoy en día utilizan técnicas que van directamente a regular el sistema límbico, de forma que conseguimos desensibilizar estas «emociones destructivas», incluso eliminar los bloqueos que haya. Una de las más eficaces en este campo es el EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing), un método de psicoterapia integradora que consiste en la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares, que ha demostrado eficacia a los problemas de base traumática y que tiene un amplio reconocimiento internacional. «Se trata de una técnica muy eficaz inventada por la psicóloga estadounidense Francine Shapiro, a finales de los años 80 que consiguen muy buenos resultados a la hora de rebajar la carga perturbadora de las emociones negativas», asegura Ana Lucas.

PRÁCTICA DE CONCIENCIA EMOCIONAL

Nuestra práctica de Yoga nos recuerda constantemente la importancia de mantener un flujo correcto de energía para una salud óptima. Del mismo modo, nuestras emociones han de poder fluir para transmutarse y convertirse en partícipes de nuestro desarrollo y felicidad.

Al explorar nuestras emociones con la actitud de aceptación y autorrespeto que nos sugiere el Yoga, nos damos cuenta de que no existen emociones positivas ni negativas en sí; todas tienen una función, todas son transitorias y todas necesitan reconocimiento. A continuación te propongo una breve práctica para cuando sientas una emoción fuerte, o cuando no acabes de entender o poder expresar lo que estás sintiendo. Con ella podrás ir fomentando tu conciencia emocional al reconocer y nombrar las emociones que te habitan en un momento determinado. ¡Trátate con mucho cariño según vas abriéndote con sinceridad y valentía a esta exploración! Y recuerda el consejo de la experta Ana Lucas: a largo plazo, busca la ayuda de una profesional que te acompañe en el proceso de superar patrones de intensidad emocional destructivos.

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¿Qué es esta emoción?

Dedica al menos 15 minutos a este ejercicio y léelo completo antes de hacerlo. Si tu intuición te dice que no será seguro explorar una emoción concreta de esta forma, no lo hagas.

  1. Siéntate en postura de meditación y tómate el tiempo necesario para darle estabilidad y comodidad a tu cuerpo. Entorna los ojos y mantenlos así, sin cerrarlos del todo, descansando la mirada en un punto neutro en el suelo delante de ti. Establece una respiración suave y amable para que te acompañe durante el ejercicio.
  2. Lleva la atención a tu interior y comienza a ser consciente de la emoción que estás sintiendo. Lo primero y más importante es identificar dónde la sientes en tu cuerpo, por ejemplo, en el pecho, el abdomen, las piernas, la piel, etc. ¿Qué está ocurriendo en esa zona concreta del cuerpo? Luego amplía tu conciencia más allá de esa área y observa si la emoción tiene un eco en otras zonas. ¿Cómo es tu respiración cuando te permites sentir esa emoción? ¿Afecta de alguna forma la estabilidad de tu postura? ¿Qué sabor tiene? ¿Viene acompañada de algún color? ¿Está quizá asociada a algún sonido?
  3. Ánclate bien en una respiración suave y consciente y nombra la emoción. Por ejemplo, miedo, ira, tristeza, preocupación…
  4. Ahora lleva la atención a tu mente e intenta identificar pensamientos individuales sobre una persona o situación que relaciones con esa emoción. Limítate a notarlos sin dejarte distraer por ellos. A continuación, amplía tu percepción de los pensamientos individuales e intenta identificar estados mentales más generales relativos a esa emoción. Por ejemplo, calma, agitación, claridad, confusión…
  5. Una vez más, ánclate bien en una respiración suave y consciente y nombra tu estado mental. Permanece unos momentos más con los ojos entornados abarcando conscientemente la totalidad de tu experiencia interna según se despliega y transforma, perdiendo o cobrando intensidad.
  6. Es posible que la emoción se vaya transformando y perdiendo fuerza tras un tiempo observándola así. Si no ocurre, respira suave y conscientemente e imagínate en un lugar donde te sientas protegida, quizá con un ser querido.
  7. Ahora es el momento de salir de la práctica. Parpadea los ojos hasta abrirlos y recuerda el nombre de la emoción, dónde la sentías y qué estado mental la acompañaba. Agradécete tu valentía y disposición por estar dispuesta a abordar las emociones difíciles y abrirte al cambio.

Si quieres saber más acerca de las emociones negativas que te incomodan o pueden hacerte daño, no te pierdas el número 137 de la revista YOGA SPIRIT. Para conseguir este número o cualquier otro, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es

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