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La evolución del Yoga en el camino de la compasión

by Redacción
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Es cierto que la compasión y el amor han estado siempre presentes en el camino espiritual. Sin duda. Pero lo han estado como valores para el desarrollo de cualidades íntimas, éticas y morales. Nunca se han puesto en la cúspide de la práctica y menos como objetivos y fin en sí mismas. Aquí te contamos cómo la compasión ha acabado por convertirse en la nueva tendencia espiritual.

Por Mayte Criado, formadora de instructores de Yoga, de la Escuela Internacional de Yoga.

Cuando comienzas a practicar Hatha Yoga y meditación, y un día decides formarte como profesor de Yoga, no alcanzas a sospechar los cambios que afrontará tu práctica. No solo porque tú avanzas, evolucionas, cambias o necesitas cosas diferentes, sino también porque te lleva la corriente. Las modas, las innovaciones, las propuestas novedosas y el afán de conocer y saber.

Aunque el camino del practicante y del profesor está plagado de movimientos, muchas veces incoherentes, hay algo que no cambia. Mantiene intacta una cierta vocación de fondo que perdura en los bandazos y en las formas.

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Pero deja la esencia como un ancla inamovible en el fondo del océano de cada cual. Esto es la búsqueda genuina de significado, el impulso vital y humano de encontrar sentido a lo que somos y vivimos.

¿Por qué los cambios?

¿Por qué las incoherencias? ¿Por qué correr detrás de las modas y las propuestas “alternativas” posibles? ¿Por qué querer asumir tantas técnicas contemplativas? ¿Por qué acudir a escuchar más conferencias, más cursos, más tutoriales? ¿Por qué nunca es suficiente? ¿Es solo consumismo “espiritual” o es obsesión escondida? ¿O quizás un movimiento generacional, global, evolutivo?

¿Quiénes somos?

Los seres humanos tendemos siempre a vestir y revestir de reglas. Los protocolos y las maneras, la misma cosa una y otra vez. A veces, con la excusa de buscar lo que nos sirve, danzamos de un maestro a otro, de una escuela a otra, de un tipo de práctica a otra más o menos compleja o que es tendencia.

Estar al día, transitar por las salas que acaban de abrir o junto al maestro de turno nos da un sentimiento de pertenencia. Este nos estructura y confiere una categoría concreta en medio del caos social. En este sentido, las “tribus” del Yoga, de la meditación y ahora el mindfulness nos conforman y nos dan contención.

Somos lo que compartimos

En cierta ocasión escuché a un joven de 27 años declarar en un debate televisivo que hoy en día ya nos somos ni lo que comemos ni lo que pensamos. Ni somos tan siquiera lo que soñamos. “Somos lo que compartimos”, decía. Así, si no tienes nada que dar o mostrar, no eres nadie o casi nadie socialmente hablando.

Es una forma, con multitud de ramificaciones, para entender también las redes sociales. Esta manera de formular quiénes somos en relación al mundo y a los demás, resulta ser la suma de elementos muy nuevos y de otros muy antiguos.

El ser en la globalización

Dentro de este proceso complejo, hay algo que me maravilla en relación al camino de la trascendencia. Algo que está empeñándose en descomponer las bases que sustenta la soledad, el silencio o la conexión con “lo no visto”. Son fundamentos hasta ahora necesarios, y casi ancestrales, para el aspirante a yogui o a iluminado.

La invasión del individualismo

Lo que desconcierta es que todo ello se está instalando al mismo tiempo que lo hace un individualismo y un narcisismo nunca vistos hasta el momento. También y sobre todo en el mundo del Yoga. Ocurre para salvaguardar el propio espacio y defender el territorio personal de las amenazas, reales o no, que plantea la propia globalidad. Es decir, la situación actual nos sirve una incoherencia desconocida e incomprensible.

Yoga en la compasión

De forma que, entre los yoguis de hoy día, ninguno busca la cueva del Himalaya o las penurias de la oscuridad impuesta. Tampoco esa soledad necesaria y propia del camino contemplativo. Buscan las manifestaciones contra el desahucio, la defensa del ecosistema, la lucha por la igualdad de género o las revueltas contra la injusticia social.

Sí. Claro que el místico de nuestros días vuelve la mirada hacia su interior y tiene claro que determinadas prácticas de Yoga, son inaplazables en el camino del autoconocimiento. Pero su mirada real y práctica ha cambiado irremediablemente de dirección.

Y si no, que se lo digan a las universidades, por ejemplo, a la de Stanford. Esta ya ha desarrollado investigaciones sobre la capacidad del cerebro humano para generar felicidad cuando recibe inputs de amor o cuando alguien simplemente es acompañado en medio del sufrimiento. Basta ver que la compasión ha acabado por convertirse en la nueva tendencia espiritual.

Un gran cambio en el paradigma del Yoga

Y en la meditación, en el mindfulness, en las vías espirituales, y cómo no, en la mente y en la actitud del practicante. Yoga en la compasión, mindfulness y compasión, el Buda de la compasión, las meditaciones para la compasión, conferencia sobre los descubrimientos de la compasión, ciencia y compasión, cursos certificados y expertos en compasión.

Se trata de un vuelco sin precedentes y no creo que sea ninguna moda al uso, sino un movimiento evolutivo real que entregará a la historia una nueva forma de vivir la espiritualidad.

Es cierto que la compasión y el amor han estado siempre presentes en el camino espiritual. Sin duda. Pero lo han estado como valores para el desarrollo de cualidades íntimas, éticas y morales. Nunca se han puesto en la cúspide de la práctica y menos como objetivos y fin en sí mismas, en una especie de activismo social y solidario.

Se trata de una espiritualidad que se atreve con el mundo en vez de separarse de él. Ya lo vaticinaron algunas personas muy expertas en las últimas décadas del siglo XX, pero aunque estuvimos atentos y desde luego hemos sido los agentes de este cambio, por mi parte nunca sospeché que sería tan vertiginoso y tan real.

Amor al mundo

No es extraño que busquemos claridad en medio de tal terremoto. Y no es raro que nos sintamos movidos a cambiar y a equivocarnos. No me parece chocante que tendamos a fragmentarnos en el maremágnum de propuestas, escuelas, creadores de marcas, patentadores del Yoga o innovadores de técnicas y tipos de meditación, plagiadores, impostores, superficiales o “sanadores heridos”. No me siento perdida, más bien intento comprender y despejar en mí misma, las dudas que tal situación conlleva.

Donde antes había, hoy ha cambiado

Donde antes solo había un Yoga con la intención de “despertar” en nosotros mismos algún tipo de conciencia sobre nuestra propia naturaleza, ahora está llegando un Yoga que mantiene el mismo objetivo de “despertar”, pero con otra intención, aquella de revertir en los demás los descubrimientos o el conocimiento obtenido. Se está diluyendo el “sí mismo”. En medio de una espiritualidad narcisista y egocéntrica, se están alzando miles de voces bondadosas y claramente compasivas, honestamente compasivas.

Donde estaba la práctica de la meditación para controlar los pensamientos y observar la mente, ahora empieza a haber una meditación cuya intención es el alivio del sufrimiento en el otro o en el mundo.

Donde se encontraba la soledad del “guerrero espiritual” hoy hay un campo de refugiados, o un hospicio o un silencio en beneficio de alguien.

Donde estaban investigando las ondas cerebrales de los grandes meditadores, hoy se miden las respuestas al amor que recibe algún ser humano en su proceso de dolor.

Donde hay un mundo que se derrumba y se destruye, hoy están los yoguis de nuestros días, esos seres cambiantes, incoherentes y revolucionarios que no saben lo que quieren y están más perdidos que nunca.

Dónde están los yoguis de hoy

Pero se hallan en la primera, la del amor al mundo, sacando también su fuerza existencial y humana, impulsándose en medio del caos hacia el amor y la compasión. Yoguis que en el oscuro horizonte de su futuro y de su vida, ensalzan de manera incontestable su sueño de transformación, puro y humano.

Proceso personal

La vida da muchas vueltas, también lo hace el Yoga y el proceso personal en relación a esta práctica milenaria y amada. Yo también he cambiado mucho y también me siento inmersa en este impulso evolutivo y arriesgado en el que los demás, lo que hay más allá de nuestra propia piel, cobra un sentido relevante.

Hace tiempo escribí un artículo sobre nuestra corresponsabilidad en el mundo y sobre ese enfermizo individualismo espiritual que nos separa y nos reduce. Sigo recibiendo y “sufriendo” en mi propia vida y escuela, las deshonestidades, las envidias y los pesados coletazos del pseudoyoga y de la pseudoespiritualidad. Pero creo que cuando practicamos para amar, perdonar y ser perdonados, no es necesario nombrar la ética o el control. Estos se hallan en el sentido mismo de aquello en lo que nos convertimos. Y ¿no es este el verdadero sentido de lo que buscamos?

Si quieres leer al completo el artículo de opinión de Mayte Criado sobre la compasión en el Yoga, no te pierdas el número 110 de tu revista Yoga Journal España. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es

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