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Inteligencia emocional en las relaciones humanas

by Redacción
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Estoy convencida de que las relaciones humanas son una de las fuentes de mayor felicidad. Pero, también, una de las fuentes de mayor sufrimiento. Y todo va a depender de cómo vivamos esas relaciones, de lo que nos damos a ellas, de lo que esperamos recibir de ellas, y de la intención que queramos poner para construir o destruir.

Por Cristina Jardón // Fotos de Shutterstock

Como especie, los seres humanos somos seres sociales. Y como tal, vivimos en grupos. Nos desarrollamos en relación con los demás. Sin embargo, llega un momento en la vida en la que bien por elección, bien por imposición –como por ejemplo, en la vejez–, emprendemos un camino en soledad para seguir con nuestra evolución individual. Pero en ambos casos, la calma mental y la paz en el corazón con las que podamos atravesar estas experiencias van a estar influenciadas por las relaciones que hayamos tenido a lo largo de la vida. Por eso, creo importante dedicarle un artículo a cómo mejorar la comunicación en las relaciones, aplicando la inteligencia emocional, aunque necesitaría todo un año para poder abordarlo completamente.

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En los últimos meses, derivado de la enfermedad crónica de mi padre y del estado mental cada vez peor de mi madre, mi relación con mis hermanos se ha intensificado. Nunca antes habíamos hablado tanto. La pequeña y única chica de cuatro hermanos, con diferencia de edad entre nosotros, ha sido una condición que me ha mantenido alejada de ellos toda mi vida. Nunca les he sentido amigos, sino hermanos, por lo que jamás hemos compartido más allá de lo formal. Encuentros familiares, conversaciones para ponernos al día, cariño… pero nada en profundidad. De hecho, creo que en fondo no nos conocemos demasiado.

Hasta casi un año nuestra relación ha sido cordial, amigable y de ayuda, si era necesario. Nos hemos visto de vez en cuando y el tiempo justo para que no existieran roces. Pero eso ha cambiado en los últimos meses porque cuanto más tiempo compartes y cuanto más conversas… Y mayor probabilidad existe de que surjan diferencias. Si a esto le sumamos la situación tan difícil que atraviesan mi padre y mi madre y la toma de decisiones que debemos ir haciendo, son más evidentes las diferencias, y hasta hay momentos de cierta tensión. Algo muy normal, porque cada persona pensamos de un modo diferente y un modo de actuar acorde.

Y el reto para mí en estos meses estaba sobre la mesa: pese a las diferencias, mantener la relación cordial, de cariño y aún más… de mayor apoyo por la situación que vivimos. Estar sin dañar, cuidándome yo y cuidando las relaciones.

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El maravilloso mundo de las relaciones

Cuando en mis formaciones le dedico el tiempo a las relaciones, siempre digo que si algún día escribiera un libro con esta temática lo titularía así: El maravilloso mundo de las relaciones humanas. Porque verdaderamente me parece un mundo apasionante del que sigo aprendiendo cada día en las diferentes situaciones sociales que me encuentro. «Ese maravilloso Ser llamado el otro» (esta es otra de mis frases) es verdaderamente una palanca para el aprendizaje, el espejo en el que te miras y, para mí, un Maestro.

Los demás, con sus cosas buenas y no tan buenas, nos traen continuamente desafíos, situaciones en las que debemos parar y reflexionar, marcar límites, aprender a decir «no», aprender a ser más compasivos… En definitiva, los otros nos muestran con claridad las áreas de nuestra vida en las que debemos seguir trabajándonos. Así, y desde una mirada en plena consciencia, es como podemos convertir la peor de las situaciones con alguna persona en una transformación individual que puede dar un giro a esa relación.

Y porque no solo nos relacionamos con quienes nos caen bien o nos gustan, las relaciones humanas son un reto y te traen la posibilidad de que sigas en tu propia mejora como ser humano, porque en la relación con los demás vas a tener que poner en práctica, sí o sí, todas tus competencias emocionales individuales o intrapersonales.

Es por ello que, el camino coherente de entrenar la propia Inteligencia Emocional sea comenzar por la inteligencia intrapersonal, tu relación contigo (toma de consciencia, autoconocimiento, gestión emocional, motivación interna) para pasar después a la inteligencia interpersonal que es la relación con los demás (comunicación, empatía, compasión, habilidades sociales, liderazgo).

Y esta es la clave del éxito: tener tu dimensión intra bien trabajada porque la vas a necesitar si quieres relaciones constructivas, o al menos, vivir en paz.

A mis alumnos les digo que las relaciones son la prueba de fuego que han de pasar para alcanzar la felicidad. Si logras no sucumbir a los enfados, desilusiones, expectativas no cumplidas, apegos, desapegos, malos rollos y un sinfín de etcéteras… entonces, habrás logrado tu maestría en Inteligencia Emocional.

El tango emocional

En los últimos 30 años, la neurociencia ha revelado mucho sobre cómo funciona nuestro cerebro en la relación con los demás. Uno de los estudios que nos ayudan a entender cómo conectamos con los demás se llevó a cabo por el profesor Robert Levenson, del The Berkeley Psychophysiology Laboratory (Univ. de California). En el estudio se sometía a parejas a dos tipos de conversaciones mientras se les medían índices como el ritmo cardíaco o la expresión facial. Una conversación era de tipo neutro: ¿Cómo estás? ¿Qué tal el día? En la conversación 2 se forzaba a debatir sobre discrepancias.

Y esto encontraron: cuando las parejas empatizaban con el sentir del otro, el cuerpo de uno imita al del otro, los ritmos cardíacos se sincronizaban y las expresiones faciales se imitaban. Se generaba una conexión como si fuera una danza que enmarca la interacción entre las dos personas. A esto Daniel Goleman lo llamó «tango emocional». En otras palabras, venimos preparados neuronalmente para conectar con los demás y se establece un vínculo intercerebral.

Comunicación y emoción

En la comunicación con los demás también ocurren otros procesos neuronales, como el contagio emocional o la empatía. Es inevitable sentirnos impactados por las emociones de los demás en una conversación –más aún si existe vínculo afectivo–. Pero, además, en una conversación cada participante lleva su propia carga mental (emociones, pensamientos, ideas, preconcepciones…) y, sin darnos demasiada cuenta, nos está influenciando en nuestro discurso.

Salvo que seamos muy conscientes, nuestro discurso interno puede determinar la conversación. Y así ocurre que, en situaciones difíciles, posiblemente esa carga mental nos hace tener una idea preconcebida de lo que va a suceder, ir con prejuicios y adelantarnos, sin escuchar demasiado en la conversación, dificultando el contexto y la resolución de la situación en cuestión. Tal es así que la solución del asunto se queda al margen y entramos en la disputa de «lo que tú has dicho» o «lo que has querido decir».

Comunicar no es sencillo, y comunicar cuando existe cierta tensión lo es aún menos. Por eso la importancia de parar, respirar y tirar de alguna herramienta para reconducir la conversación en caso necesario. Tengamos en cuenta que en una conversación tensa vamos a tender, por supervivencia, a defendernos, a atacar o a cerrar la conversación y salir por patas. Son las 3 conductas que se ponen de mani esto cuando nos sentimos atacados. De ahí que poner en práctica nuestra inteligencia intrapersonal y la escucha atenta nos van a ayudar a mantenernos más objetivos y evitar dejar- nos arrastrar por nuestra mente.

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Pero, ¿qué más podemos hacer?

En una de mis últimas reuniones con mis hermanos la conversación fue aumentando de intensidad emocional y aparecieron los ataques individuales. Fue imposible reconducir la situación y yo decidí no seguir con la conversación. Cuando llegué a casa, iba revuelta y enfadada, pero logré tener un rato de reflexión para entender que cada uno tiene su punto de vista, que todos somos buenas personas y que todos buscábamos el mismo fin: el bienestar de mis padres.

Cuando entreno Comunicación Efectiva con equipos de empresas, suceden situaciones similares: el equipo tiene un objetivo común, pero cada uno, un punto de vista. Así que, en mi reflexión tiré de una micropráctica que te comparto aquí: me tomé un tiempo para respirar profundo, y según iba respirando, me iba repitiendo internamente «el impacto no es la intención. El impacto no es la intención…» y, así, varias veces.

Porque sé que, en ocasiones, decimos cosas en caliente. También sé que, a veces, no sabemos expresar correctamente, porque sé que no todos tenemos herramientas para filtrar pensamientos. Porque sé que todos tratamos de aportar lo que podemos; sé que tenemos buena intención; sé que todos lo estamos pasando mal.

Por eso, el impacto que esa conversación tuvo en mí, seguramente, no iba de la mano de una mala intención por parte de mi hermano. Y de no haber podido verlo así, posiblemente me habría sido muy difícil poder sentarme otras veces tras aquel momento. Quizás habría sido más sencillo entrar a la crítica hacia él o en el enfado, pero… ¿solucionaría algo?

Parar a tiempo una conversación difícil, reflexionar sobre las personas y sus puntos de vista, no dejarse llevar por el impacto que una palabra mal dicha puede tener sobre ti son estrategias de regulación para la comunicación en las relaciones. Pero veamos algunas más.

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Del tú al yo, en la comunicación

Cuando en las conversaciones con los demás, nos sentimos atacados o dañados, en base a la tendencia de supervivencia que explicaba antes, es muy habitual exponer nuestro discurso desde el «tú». «Es que tú has dicho…, «lo que tú has hecho». Y me imagino que habrás tenido la experiencia de que cuando nos posicionamos ahí, el otro se siente atacado igualmente y se dificulta la comunicación. ¿Cómo comunicar desde el «yo»? ¿Cómo poder expresar con amabilidad y respeto aun cuando me siento mal?

Hace años descubrí la Comunicación No Violenta (CNV). En grandes rasgos, la CNV es una herramienta desarrollada por el psicólogo Marshall B. Rosenberg y aporta un enfoque que nos invita a comunicarnos de manera consciente, compasiva y efectiva. Se basa en la premisa de que todos merecemos ser escuchados y comprendidos, sin importar nuestras diferencias. La CNV nos enseña a expresar nuestras necesidades de forma clara y a escuchar las necesidades de los demás con empatía, evitando juicios y críticas destructivas. La CNV se basa en 4 pasos:

Paso 1. DESCRIBIR OBJETIVAMENTE LOS HECHOS
Significa hablar desde el hecho y no desde el «tú» o desde el «yo». Los hechos son hechos, no son interpretaciones. Se pueden cuantificar y medir.
Paso 2. EXPRESIÓN DE LOS SENTIMIENTOS
Este paso implica la vivencia emocional. Aquí ya manifestamos nuestro sentir, solo nuestro sentir sin juicio, desde el «yo siento». No desde el «tú haces que me sienta de una u otra manera».
Paso 3. EXPRESIÓN DE LAS NECESIDADES
En este paso se verbaliza qué es lo que necesito para dejar de sentirme así. Manifiesto el hecho, mi experiencia y ahora mi necesidad. Cuanto más concretemos la necesidad seguramente mayor facilidad demos para que sea comprendida.
Paso 4: FORMULACIÓN DE LA PETICIÓN
En la petición, ya creamos un plan de acción y compromiso para poder avanzar en la relación y que el hecho molesto o desagradable no vuelva a suceder o suceda de otra manera.

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Un ejemplo para explicarlo mejor

Vamos con un ejemplo: imagina la situación d conversación tensa entre mis hermanos y yo. Si decido aplicar la CNV, podría proceder así:

Paso 1. En vez de «me atacas cada vez que intento poner una solución… », podría expresar: «En las últimas conversaciones, se me interrumpe cuando expongo alternativas».
Paso 2. En vez de «me enfadas, me pones al límite…», podría expresar: «Siento que no se me trata con respeto y esto me enfada».
Paso 3. En vez de «calla y escúchame», podría expresar: «Necesito que me escuches sin interrumpir y sin atacar».
Paso 4. En vez del enfrentamiento, de la crítica o de la defensa, podría expresar: «Te pido que para las próximas veces, podamos tener una conversación tranquila a fin de buscar soluciones».

¡Que no falte el humor en las relaciones humanas!

Creo que al sentido del humor se le debería prestar mayor atención dado su enorme impacto positivo en las relaciones y, más aún en ciertas conversaciones tensas. Claro que hay que tener mucho tacto a la hora de lanzar la broma en el momento justo. El sentido del humor es un rasgo de inteligencia y también de inteligencia emocional. Para mí, es una estrategia maravillosa de regulación emocional. Así que, cuando parar, meditar o reflexionar no te funcionen… tira del sentido del humor. Este ayudará a relativizar y a soltar rigidez.

La situación que vivimos en mi familia está siendo de mucho aprendizaje. Primero, porque pone a prueba mi propio autoconocimiento y regulación emocional. Pero también, porque me está entrenando en mirar a los demás desde otra perspectiva, más humana, sabiendo que cada uno tenemos nuestras ideas y que eso es perfectamente compatible con el entendimiento y el cariño.

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Prácticas formales sugeridas
Sumérgete en la práctica formal de Compasión a través de los audios que encontrarás en el canal de YouTube de la autora.
CRISTINA JARDÓN es pedagoga, experta en Inteligencia Emocional, Mindfulness y Compasión. Autora de “Oh, Mindful Day!” y de “Me permito”, una guía práctica para mimarse. Acompaña a equipos y a personas en el entrenamiento de su inteligencia emocional y la mejora de su vida con mindfulness y compasión. Descubre cómo desarrollar tu Sabiduría Interior con Cristina en Instagram @cristinajardon_

Prácticas informales de comunicación no violenta
La próxima vez que tengas una conversación difícil o te veas dañado en una situación y desees expresar tu sentir sin dañar, recuerda los 4 pasos de la CNV:

-Observa los hechos (y sal de tus interpretaciones)
-Expresa tu sentir
-Expresa tu necesidad
-Formula tu petición

Más en www.asociacioncomunicacionnoviolenta.org

Si quieres saber más acerca del mindfulness y de la comunicación no violenta en las relaciones humanas, no te pierdas este artículo en el número 132 de la revista Yoga Spirit. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es

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