Empezamos la vida cotidiana. 6:30 AM, suena el despertador. Me despierto casi de un salto y me meto a la ducha. Mientras me ducho pienso que debía haberme levantado antes… pero ayer caí rota. Me acuerdo de que tengo que llamar al médico y al abogado para ver cómo van los trámites. ¿Me he echado champú? Imagino que sí…
Salgo de la ducha, me seco. Ni tiempo hoy para la crema. Si saco un rato lo haré esta noche. Me visto rápido y me peino por el pasillo mientras pienso si ayer eché gasolina. Despierto al niño: «¡Arriba, mi amor!». Un besito y me bajo a preparar desayunos y el breakfast para el cole. Desayuno, dientes… ¿Estamos listos?
7:30 Ya vamos pegados de hora. Recojo a los vecinitos y al colegio todos. «¿Lleváis mascarillas?». Por suerte llevo de sobra, porque a alguno se le olvida por sistema. Atasco en las rotondas de siempre. Deberían hacer algo aquí. Ya empiezo a ponerme nerviosa. «¿Llegaremos a tiempo, mamá?». Siempre lo hacemos, aunque a veces in extremis.
Dejo a los críos en el colegio y me pongo en camino hacia la oficina. Atascazo de entrada a Madrid. Tenía que haberme ido hoy en tren. Creo que no llego a la reunión de primera hora.
8:45 Por fin llego al trabajo, justo a tiempo, aunque me retrasa la entrada al parking. Está lleno. Aparco. Tiro el abrigo y el bolso, y todo al suelo. «¿¿Pero quién ha abierto mi bolso??». Me doy cuenta de que he sido yo buscando los pañuelos para el niño hace un rato y me autocritico: «¡¡Joder, qué desastre eres!!».
Recojo como puedo y corro al ascensor. Se me sale el corazón por la boca… Me coloco un poco la camisa, el pelo… Planta 0. Suspiro profundo. Planta 1. Trato de respirar. Planta 2. Respiro profundo. Planta 3. Una vez más. Y se abre el ascensor.
Me dirijo a la reunión sin poder parar un instante para dejar mis cosas o coger un café. Por cierto, ¿llevo el cuaderno en el bolso? Llego la última. «Perdón… Qué mañana llevo». Mi compañera me dice que debería practicar meditación y yo asintiendo pienso: «¿Meditación? ¿En qué momento del día?»…
En la reunión de equipo sale el tema de la reducción del estrés y el bienestar corporativo. No sé si reírme o ponerme a llorar… «¿¿Bienestar corporativo?? Si yo ya vengo estresada de casa cada día».
Te invito a que antes de seguir leyendo, tomes unos instantes de tu ajetreada vida cotidiana para respirar profundo. Inhala profundo… y exhala largo. Una vez más. Y otra más. Tal vez te hayas visto reflejada en esta historia o conozcas a alguna persona que vive así de lunes a viernes durante meses y años en su vida. La historia de Celia es una historia muy común, créeme. Cada mañana, muchas de las familias de nuestra acomodada sociedad vuelven a revivir la constante dificultad de vivir en calma y atención. Y este desequilibrio desde el inicio de la mañana marca una intención, un ritmo y un estado mental para el resto de la jornada. Pero, ¿podemos hacerlo de otra manera más armónica y amable?
Aquí y ahora
Más allá de las decisiones individuales o familiares que nos condicionan a un horario y un ritmo de vida personal y profesional, existe la posibilidad de vivir cada día buscando el bienestar y el equilibrio. Y mindfulness es uno de los caminos para lograrlo.
Ya sabemos que mindfulness es esa capacidad de prestar atención a lo que emerge momento a momento, sin juicio, con apertura y amabilidad. Más allá de la práctica formal, a la que hemos dedicado ese espacio en números anteriores, podemos practicar la capacidad atencional de mindfulness a través de las rutinas diarias. Significa incorporar la atención plena en cada una de las actividades que discurren en tu día. Esto es mindfulness en lo cotidiano.
Desde que te levantas por la mañana hasta que te vas a dormir en la noche tienes decenas de oportunidades de practicar mindfulness sin añadir un extra a tu vida. Es más, puedes hacer que forme parte de tu vida cotidiana. Lo cierto es que cada vez que entrenes la atención plena en esas rutinas y dejes de hacerlas en piloto automático para estar «aquí y ahora» con eso que haces, irás notando mayor calma, mayor claridad mental, mejor foco y mayor concentración.
Pero, además, verás que el estado mental cambia, que tu ritmo de vida se equilibra, que ya no es necesario correr sino tomarse el tiempo necesario. Y este cambio de mirada interna será lo que haga que te relaciones con menos estrés con las circunstancias que te toque –o elijas– vivir. Quizás, incluso, te des cuenta de que merece la pena acostarse antes, o levantarse antes, o… incluso, soltar algunos de los estímulos estresantes de tu vida.
Generar nuevos hábitos
No es nada fácil cambiar los hábitos de la vida cotidiana cuando llevas haciendo lo mismo durante años. Si todos los días cada vez que te lavas los dientes, estás preparando la reunión o la lista de la compra… es muy probable que eso siga sucediendo cada vez que cojas el cepillo de dientes. De alguna manera tu cerebro ha generado un patrón de comportamiento automático por la propia repetición, un hábito. Deshacerte de un hábito te va a llevar tiempo y esfuerzo ya que para el cerebro es mucho más fácil repetir que innovar. Cada vez que innovamos, que hacemos algo nuevo, al cerebro le cuesta gran cantidad de energía. Esta es la razón por la que nos cuesta tanto esfuerzo poder cambiar de conductas, deshacerte de malos hábitos o incorporar hábitos nuevos.
Una estrategia de éxito para incorporar mindfulness en la vida cotidiana consiste en sustituir el modo en que se realiza el hábito más que cambiarlo en sí. Se trata de generar maneras diferentes de hacer lo mismo, pero con plena consciencia. Es decir, la próxima vez que vayas a realizar una rutina –la ducha, desayuno, cepillado de dientes, cocinar, conducir, hablar…– para un instante y llévala a cabo con atención plena. Detente en eso que haces para realizarlo con calma, con toda tu atención, sin dejarte llevar por la prisa o por la sensación de pérdida de tiempo.
Aprovecha las rutinas diarias para centrarte en tu respiración
La práctica de mindfulness en lo cotidiano no debería sustituir a la práctica formal, ya que ambas son beneficiosas y favorecen los cambios funcionales y estructurales en el cerebro. Ahora bien, mi experiencia acompañando a managers y altos directivos en su bienestar, me indica que hay personas a las que pedirles que saquen tiempo extra en sus agendas para sentarse a practicar mindfulness durante 30 o 40 minutos al día es algo así como pedirles una misión imposible. Así que introducirles en la práctica de mindfulness en sus rutinas diarias acompañado de pequeñas microprácticas centradas en la respiración a lo largo de su día en la oficina o en casa está siendo de gran éxito para ellos.
Desde que Celia –nuestra protagonista de la historia loca– ha incorporado mindfulness en sus rutinas, sus duchas son momentos de crear la intención del día. Se acuesta antes cada noche y logra levantarse 10 minutos antes cada mañana para dedicarse un masaje con su crema de la cara. Momento en el que se mira y se sonríe. Ya no prepara la reunión lavándose los dientes y, cuando llega al trabajo suele dedicarse 3 minutos de práctica de mindfulness en la respiración antes de comenzar su jornada. Se siente más tranquila. Su vida, en ocasiones, sigue yendo demasiado rápido, pero ella ya no.
La práctica informal de mindfulness nos ayuda a tomar consciencia de que lo básico y fundamental, nuestras rutinas diarias, pueden convertirse en espacios sagrados de conexión con uno mismo. Y ahí, en ese permitirse estar, no solo se desacelera el ritmo loco de la mente y adquiero calma… me encuentro conmigo de nuevo.
Reto hábitos mindful
Te proponemos 2 hábitos nuevos para realizar en atención plena durante estos 2 meses. Realizando estas rutinas diarias en atención plena estarás contribuyendo a tu bienestar diario.
El momento «crema de la cara»
Convierte esta rutina diaria en un momento gozoso y amable, que solo te llevará unos minutos. Cuando estés frente al espejo, date cuenta de qué tipo de pensamientos te asaltan y en qué detalles te fijas de ti. ¿Tus arruguitas? ¿Lo mal que tienes la piel?
Comienza por dejar a un lado esa autocrítica y disfruta de ese encuentro contigo. Permítete unos minutos para cuidar tu piel y mimarte. Si eres de las que hacen el ritual completo de cuidado facial, integra el modo mindful con cada producto. Huele tu crema antes de llevarla a la cara. Ponla en la palma de tus manos, extiéndela y de ahí llévate las manos impregnadas en cremita a tu cara. Date un masaje lento y cariñoso. Siente cada caricia. Mímate. Mírate. Sonríete. Agradécete por permitirte este instante. Una vez termines, huele tus manos. Quédate un minuto más con los ojos cerrados y en silencio, percibiendo el beneficio de ese masaje y percibiendo cómo está tu mente.
El habla amorosa
Pon atención a tu manera de hablar. Fíjate en tu respiración, en tu tono de voz, en la velocidad de las frases y en las palabras que utilizas. A veces las palabras dañinas acompañadas de un tono suave pueden ser incluso más dolorosas. Fíjate además desde qué emoción hablas en determinados momentos y trata de poner más ternura y amabilidad al modo de hablar. Hay muchas maneras de expresar una misma cosa, incluso una orden. Cómo te expreses determina un impacto importante en los demás. Que tu impacto sea amable, siempre.
Mindfulness sencillo
Prueba con esta minipráctica de atención focalizada en tu respiración durante 1 minuto. Puedes ponerte el cronómetro en tu móvil. Comienza esta práctica con 2 ciclos de respiración profunda. Durante ese minuto el objetivo estará en centrar tu atención en tu respiración e ir poco a poco haciéndola más lenta y profunda: date cuenta de cómo respiras, dónde sientes tu respiración, cómo se mueven varias zonas de tu cuerpo al respirar, etc. ¡Ánimo!
CRISTINA JARDÓN es pedagoga, experta en inteligencia emocional, mindfulness y compasión. Autora de Oh, Mindful Day! y de Me permito. Acompaña a equipos y a personas en el entrenamiento de su inteligencia emocional y la mejora de su vida con mindfulness. Descubre cómo desarrollar tu sabiduría interior con Cristina en Instagram: @cristinajardon_ y Facebook: Cristina Jardón. Inteligencia Emocional, Mindfulness, Compasión.