Borja Romero Valdespino
Por Lucía Passardi
Fotos de Gosia Janik
Hablamos con Borja Romero Valdespino, profesor de yoga autorizado por el KPJ Ashtanga Yoga Institute en el nivel I y II, y cofundador de AYM (Ashtanga Yoga Madrid), la escuela que hoy dirige junto con su pareja y yogui, Susanna Berenguer; un maravilloso lugar que comenzó siendo un pequeño espacio de práctica para amigos.
La escuela de Borja, que entonces estaba situada en su propio piso en la calle Juanelo, hoy ha triplicado su espacio y se encuentra en pleno centro de Madrid. Por ella pasan cada semana cerca de 300 alumnos y enseñan otros cinco profesores además de Borja, cubriendo horarios desde las 7 am hasta las 22 pm, los siete días de la semana.
En el momento de realizar esta entrevista, Borja, Susanna y sus dos hijos pequeños (Pau y Noa) están a pocas horas de coger un avión a Mysore, India, donde tanto él como Susanna continúan recibiendo las enseñanzas de esta práctica en el KPJ Ashtanga Yoga Institute. Le damos las gracias a Borja por atendernos en este momento de tanto ajetreo y preparativo para su decimocuarto viaje a Mysore.
Borja, creo que tu escuela fue el primer sitio que hubo en Madrid para practicar Ashtanga Yoga, ¿No es así?
Sí. Fue la primera escuela dedicada exclusivamente a la enseñanza de Ashtanga Yoga, y la primera autorizada por Pattabhi Jois, pero lo cierto es que cuando nosotros empezamos ya se daban clases de Ashtanga Yoga en Yoga Center.
¿Cómo llegaste a la práctica de Ashtanga Yoga?
En 1999 me tomé un año sabático para viajar a India y aprender Yoga. Estaba empezando y practicaba Iyengar con varios profesores en diferentes lugares del norte de la India, como Rishikesh y Dharamshala. En esa época se rumoreaba que si te presentabas en la escuela de BKS Iyengar en Pune y decías que eras practicante de Iyengar y que estabas viajando por la zona podías tener la suerte de ser admitido en el caso de que tuvieran una plaza libre, era como una leyenda entre los mochileros que practicábamos Yoga Iyengar por esa zona de la India, ¡Todo el mundo conocía a alguien que lo había conseguido! Así que mi pareja de entonces y yo decidimos ir a probar suerte pero no funcionó: la persona que había en la recepción no nos dejó ni terminar la primera frase. Creo que ya había oído esa historia demasiadas veces (risas).
Pero como no hay mal que por bien no venga, fue en Pune donde conocimos a una chica de Valencia que vivía en EE.UU. y practicaba con Richard Freeman. Nos habló con tanto entusiasmo de Ashtanga Yoga que logró despertar nuestra curiosidad. Tres semanas más tarde estábamos en Mysore haciendo nuestra primera clase de Ashtanga Yoga y ya no hubo vuelta atrás. Desde entonces he viajado a Mysore en numerosas ocasiones para aprender con Pattabhi Jois y después de su muerte en 2009 con su nieto, Sharath.
¿Y cómo y cuándo empezaste a enseñar?
¡Eso me pregunto yo! Lo cierto es que nunca tomé la decisión de fundar una escuela de Yoga.
Cuando volví de la India aquel año lo primero que hice fue ir a Oviedo a conocer a Tomás Zorzo y Camino Díez, que son los padres del Ashtanga Yoga en España. Fue un descubrimiento increíble pero la distancia entre Madrid y Oviedo hizo difícil un seguimiento regular. Poco a poco se fue formando un grupo de practicantes que no teníamos profesor en Madrid, la mayoría eran extranjeros que ya habían hecho Ashtanga Yoga en sus países de origen. Nos reuníamos en casa para practicar y con frecuencia venían personas que nunca habían practicado antes, así que les íbamos diciendo lo que tenían que hacer sobre la marcha o nos iban siguiendo como podían. El grupo se iba haciendo cada vez más numeroso y la situación se hacía más complicada. Hasta que un día decidimos separar la práctica de la enseñanza, y así fue como empecé a dar clases. No sé exactamente qué día fue, pero diría que en primavera del 2001.
Lo cierto es que el entusiasmo y las ganas de compartir esta práctica me llevaron a empezar a enseñar prematuramente. Ahora, desde la distancia, pienso que haría algunas cosas de otra manera. Por ejemplo, me gustaría haber esperado a tener la bendición de Guruji y Sharath, Tomás y Camino, y Marta Rodriguez Mahou antes de empezar a enseñar.
¿Puedes contarnos un poco la historia de los orígenes de esta práctica?
Ashtanga yoga en realidad es una idea mucho más amplia de lo que se suele entender… Todos los estilos de yoga clásico son Ashtanga yoga porque se basan en los Yoga Sutras de Patanjali, por ejemplo el Yoga Iyengar también es “ashtanga yoga”.
Nosotros practicamos Ashtanga Yoga siguiendo las enseñanzas de Pattabhi Jois, esta tradición viene esencialmente de un manuscrito llamado Yoga Korunta, del que no se sabe con claridad la antigüedad ni la autoría… Incluso hay quien duda de su existencia. También se cuenta que cuando encontraron el Yoga Korunta a principios del siglo XX, este venía junto con los Yoga Sutras de Patanjali, como si fueran partes de un mismo documento. Es difícil saberlo a ciencia cierta porque Pattabhi Jois nos contó que el libro se desintegró completamente debido a su antigüedad.
La historia oficial es que a principios del siglo XX, Ramamohana Brahmachari le recomendó a su discípulo, Krishnamacharya, el estudio de este texto. Krishnamacharya encontró el manuscrito en una biblioteca y con ayuda de Pattabhi Jois, que era discípulo suyo entonces, desarrolló gran parte de las series que practicamos ahora. Pattabhi Jois las enseñó hasta su muerte en 2009, pasando el testigo a su nieto Sharath Jois.
¿En qué consiste una clase de Ashtanga Yoga,
con tus propias palabras? En esta práctica hacemos unas series de asanas que ya están predefinidas. No se trata solo de qué posturas y en qué orden sino que también está definido cada movimiento, incluso los que nos llevan de una postura a la siguiente. Todo ello va sincronizado con la respiración de manera que el movimiento es fluido y consciente.
La palabra Ashtanga en sánscrito hace referencia a los ocho pasos del Yoga: yama, niyama, asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana, samadhi… Sin embargo en una clase regular de Ashtanga Yoga únicamente se practican asanas y respiración ujjayi, que podría ser una técnica de pranayama. ¿Cuál es el momento de profundizar en las otras siete ramas y dónde podemos buscar los practicantes de Ashtanga Yoga los otros aspectos que forman parte de esta práctica espiritual?
Es cierto que corremos el riesgo de dejar la práctica de Yoga encapsulada en su parte postural pero también pienso que una enseñanza de asana bien enfocada puede despertar la curiosidad del alumno por las otras facetas del yoga, además de ser un buen terreno para trabajar en ellas.
Una de las cosas más reconfortantes de enseñar Yoga es ver cómo algunas personas que empezaron a practicar atraídas sobre todo por la parte postural acaban experimentando cambios en otros aspectos de sus vidas.
Por eso no me parece una mala idea que alguien empiece a practicar yoga por alguna dolencia o simplemente para hacer ejercicio, porque después de un tiempo es muy posible que descubra que en la práctica de yoga existe otra intención además de lo meramente físico. Ahí es cuando se despierta una fuerte curiosidad, que es la base del aprendizaje.
Yo ahora lo estoy aprendiendo con la paternidad. Cuando un niño empieza a preguntar por su propio interés lo aprende de una manera más natural. Mi hijo de 4 años está interesadísimo últimamente por las murallas romanas de Tarragona, jajaja. Aunque también es importante que el profesor esté preparado para guiar a los alumnos en esa búsqueda.
¿Es necesario que la práctica sea dura y exigente para avanzar?
¡Ya tenemos bastantes cosas duras y exigentes en la vida! Es obvio que en Ashtanga Yoga trabajamos con cierta intensidad. Hacemos una serie de posturas que es muy dinámica en la que no hay mucho tiempo para descansar, además encuentras posturas que pueden resultar difíciles o que requieren esfuerzo. En una clase de Ashtanga Yoga vas a trabajar bastante físicamente y es probable que sudes un poco ¡o mucho!
Pattabhi Jois, Sharath y los profesores de Ashtanga Yoga más veteranos se han pasado la vida diciéndonos que hay que ir despacio, sin forzar, sin tensión y sin prisa. Pero a pesar de eso se ha creado un mito acerca de la dureza de este tipo de Yoga que ha hecho que muchas personas piensen que esta práctica tiene que ser dura, exigente y a veces hasta dolorosa para que te proporcione algún resultado. No sé exactamente de dónde ha salido esta idea, sinceramente. Cuando tengo una persona nueva en clase es lo primero que intento sacarle de la cabeza, porque yo mismo estuve inmerso en ella durante demasiado tiempo, hasta que conseguí entender que esa manera de practicar más que acercarme al yoga, me alejaba. Estar en contacto con profesores como Marta Rodríguez Mahou, Peter Sanson, Graeme Northfield, me hizo entender que la cosa no iba por ahí, que se podía trabajar intensa y profundamente pero al mismo tiempo de una manera más suave, auténtica y respetuosa con tu cuerpo y tu mente.