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Entrevista: Lisa Petersen

by Redacción

Trabajo somático y Yoga

La sutileza de la práctica habitada e inspiración para nuevos modelos pedagógicos. Lisa Petersen de nuevo en España, invitada por Montse Cob y City Yoga, para compartir su búsqueda a través del cuerpo.

Por: Lucía Passardi.
Fotos: Sasfi Hope-Ross y Ruud Voerman.

“Cierra los ojos y pregúntate en quién te conviertes cuando practicas”. Esta fue la última invitación que Lisa Petersen nos hizo a las personas que tuvimos la oportunidad de explorar el incitante material ofrecido en el último seminario que impartió en España (en City Yoga, Madrid). Colorear ilustraciones de esqueletos, palpar y observar en detalle reproducciones de huesos, juguetes de niños que nos recuerdan cómo somos por dentro, tiempo para movernos y aquietarnos… son algunas de las cosas que hicimos y vimos durante tres días en una atmósfera ideal para el aprendizaje, a la cual contribuyeron el genuino carácter celta de Lisa, el excelente trabajo de la traductora María José Tobías, y la ayuda atenta de las asistentes de Lisa y de la casa.

Yoga Journal: Lisa, ¿qué es exactamente la práctica somática?
Lisa Petersen: Es una forma de trabajo corporal que nos da herramientas para conocernos desde el interior hacia afuera. Me gusta pensar en el “soma” como un darse cuenta, un despertar, una viveza en movimiento, un pensante cuerpo consciente. La educación somática cultiva la paciencia, la curiosidad, la honestidad, la sencillez y la conexión. Se interesa por la integridad en lugar de en partes aisladas, pues así es cómo el cerebro concibe nuestro cuerpo. No piensa si necesita un abdomen más fuerte o unos isquiotibiales más largos. Los mapas que tenemos de nosotros mismos son mucho más complejos y dinámicos que esto. La práctica somática nos ayuda a nivel cuerpo-mente a sentirnos seguros, lo cual es la prioridad número uno para nuestro cerebro. Por esta razón, es de valor incalculable el trabajo que realiza para cambiar patrones profundamente arraigados, aliviar el dolor y reducir la tensión en el cuerpo. Los resultados pueden verse en una bella postura, un incremento notable en la flexibilidad, coordinación, equilibrio, destreza y fuerza, aunque nada de esto es el objetivo.

¿No debería apuntar la práctica de hatha yoga en esa dirección también?
Sí, cualquier práctica en la que busquemos una consciencia interna, incluyendo mapa corporal, indagación, registro, sensibilización de nosotros mismos, es por definición una práctica somática. Esto incluye al Yoga, Tai chi, Qigong, Body-mind centering, Continuum, y muchas otras tradiciones. Pero el modelo pedagógico con el que aprendemos yoga es importante.

Me considero muy afortunada de haber conocido pronto a Donna Farhi en mi carrera. Su modelo está firmemente anclado en prácticas somáticas de autoindagación que hilan muy bien con la exploración guiada del movimiento, asana, vinyasa y yoga nidra.  En sus formaciones nos hace preguntarnos cómo podemos crear un contexto en el que los estudiantes se mantengan en un profundo proceso de investigación y descubrimiento continuo. Lo más importante en una clase es si el estudiante se va habiendo aprendido algo nuevo de sí mismo, no si domina una postura. El profesor es una autoridad y conoce el material sin ser por ello autoritario, y las instrucciones se exponen como invitaciones a la exploración. Educamos para que el estudiante cuide de sí mismo, y pedimos permiso explícito para tocar, modificar, o usar a alguien en una demostración.

Cuando nos implicamos con un estudiante nos estamos implicando con la persona al completo: una persona que tiene aspiraciones, sueños, apuestas, hábitos y patrones. No estamos haciendo simplemente “Utrasana”, somos conscientes de que en la postura se refleja la vida entera de esa persona. Aprender y enseñar de esta forma es un modelo relativamente nuevo en el yoga clásico pero está creciendo.

Además de un cambio en el modelo pedagógico para trasmitir el yoga, ¿qué otras cosas diferencian una práctica de otra y cómo se nutren entre sí?
El enfoque somático nos ayuda, como practicantes de yoga, a afinar nuestra sensibilidad y tener una mayor claridad en la escucha hacia lo que sentimos. Mi experiencia ha sido junto con mis alumnos. Empezamos a explorar cómo se movían, sentían y se alineaban cuando les hacía “preguntas somáticas” a viejos problemas del yoga.

El yoga desarrolla la propiocepción (la habilidad de situarnos en el espacio), y lo que la práctica somática ofrece es una ventana a la interocepción (consciencia de lo sutil, de las sensaciones basadas en el cuerpo). Si aprendemos a encontrarnos con nosotros mismos momento a momento, a través de cada respiración, puedo usar ese feedback para ser más inteligente con mi cuerpo, y más hábil con las elecciones de movimiento en asana y vinyasa. La interocepción está directamente relacionada con el autocuidado, de forma que la práctica impacta directamente en nuestro bienestar mental y emocional dándole forma a cómo nos llevamos la práctica de yoga fuera de la esterilla al mundo exterior.

Una de las cuestiones que plantea y que nos interesa a los yoguis especialmente es “¿Cómo puedo estar a gusto en el esfuerzo?” Esto no quiere decir que no apliquemos esfuerzo cuando practicamos, pero sí que hay una cualidad palpable de disfrute en el movimiento y en la respiración. Este “no esfuerzo” aparente aporta una fluidez y gracia al movimiento, algo que vemos en practicantes de larga duración.

¿Cómo conjugas la práctica de asanas con las herramientas del trabajo somático?
Me considero una omnívora del movimiento. Llevo numerosos sombreros a la hora de casar el trabajo somático y el yoga. Como educadora somática en la tradición de T.Hanna, el trabajo abarca la postura, patrones funcionales de movimiento, reprogramación de patrones neuromusculares y entrenamiento de la sensibilidad motora. Cuando llevo el sombrero de BMC (Body-mind centering), el núcleo de mi trabajo está en el desarrollo de patrones de movimiento (los mapas para cualquier movimiento incluyendo asana y vinyasa), y la anatomía habitada, que nos permite experimentar nuestra anatomía única de forma directa e íntima. Todas estas prácticas allanan el camino para un uso más democrático del cuerpo que va más allá de los músculos y los huesos y nos proporcionan un inquebrantable sthira (estabilidad).

Cuando enseño pienso en cómo crear un bucle de retroalimentación. Me sintonizo con lo que esté pasando en la sala y uso esta información para marcar el ritmo, la forma de llegar a los diferentes “estratos” del material, las instrucciones e invitaciones. Dejo tiempo y espacio para una indagación o instrucción si veo que los estudiantes están aún implicados en darse respuestas. Mi objetivo es moverles de la dependencia a la independencia y facilitarles la posibilidad de tener nuevas experiencias en sus cuerpos, en lugar de sobrecargarles de información y/o instrucciones. Esto ayuda a que estén más en el modo parasimpático de su sistema nervioso y hace el aprendizaje más relajado, placentero y divertido.

Según últimos estudios realizados en EE.UU, las lesiones en yoga han crecido en los últimos 10 años, ¿A qué crees que se debe esto y cómo podemos evitarlo?
Pienso que la brecha entre la autoridad interior (yo) y la autoridad externa (el profesor, el método o el linaje) es parte de lo que provoca estas lesiones. Esta batalla puede ser más emocional y mental que física. Es muy valioso tener un guía (profesor) en el camino del yoga, alguien con experiencia y que haya experimentado las trampas y obstáculos de la práctica y pueda ofrecer sugerencias, consejos, indagaciones y conocimiento. Así como es importante buscar consejo de un especialista cuando tratamos con lesiones o enfermedad. Pero aun así, si como estudiante, estoy continuamente buscando las respuestas fuera de mí o siguiendo ciegamente una serie de instrucciones que son “talla única”, corro el riesgo de devaluar mi voz interior y mi inteligencia cinestésica. Es siempre mucho más fácil que te digan lo que tienes que hacer que tener que pensar y sentir por nosotros mismos, pero esto puede tener un coste.

Como profesores es nuestra responsabilidad cuestionar lo que nos han enseñado, incluyendo el “modo automático” de algunas instrucciones, cosas que se repiten y nunca se cuestionan porque son parte de la tradición. Por ejemplo, no hay ningún estudio científico que sostenga que los estiramientos pasivos alargan los isquiotibiales. Sin embargo lo que sugieren los estudios es que sostener largo tiempo el estiramiento es una forma potencial de lesionar el músculo. Muchas prácticas continúan perpetuando mitos que conducen a lesiones.

La llegada de Instagram y otros medios visuales de base social han influenciado a la hora de crear una imagen de lo que el yoga debería ser. Todo practicante de cualquier disciplina de movimiento, yo incluida, ha tratado de copiar alguna vez una imagen de un libro o una foto. Experimentar así por algún tiempo no es un problema y es a veces parte de cómo aprendemos. Pero si lo que estamos tratando de copiar son imágenes de personas increíblemente bellas haciendo asanas muy virtuosas en localizaciones increíbles, ¿Qué clase de mensaje estamos enviando al mundo? ¿Cómo va una principiante tener el valor de ponerse sobre una esterilla? ¿Cómo adapta su práctica un yogui a las diferentes estaciones de su vida?

Hay otros dos aspectos prácticos que yo creo que reducirían las lesiones. Uno son clases más pequeñas e instrucciones personalizadas. Y la otra es un marco más riguroso a la hora de que un alumno escoja su clase. He estado en clases en las cuales había practicantes veteranos y principiantes haciendo equilibrios sobre la cabeza. En la tradición de las artes marciales necesitas dominar una serie de habilidades y es un prerrequisito antes de pasar de nivel o cambiar el color del cinturón. Desde la perspectiva de un karateka es difícil concebir el hecho de que en yoga sean los estudiantes los que elijan por si mismos a qué nivel de clase quieren ir. Me pregunto cómo serían las estadísticas sobre lesiones si fuéramos más precavidos con el quién, qué y dónde. Los profesores tendrían que involucrase más en conocer y hacer seguimiento del progreso de sus estudiantes. He estado en muchas clases en las que el profesor ni siquiera sabía los nombres de sus alumnos. Esto es muy triste.

Desde tu perspectiva y conocimiento, ¿Qué es lo que nos hace flexibles?
Las palabras llevan cargas muy pesadas de significado. Hace tres años me puse la meta de eliminar la palabra “estiramientos” de mi vocabulario a la hora de enseñar y practicar, fue un gran reto! Qué puedes decir si no usas el verbo estirar y qué pueden los estudiantes entender de torpes alternativas como “carga tensora”? Los tejidos de tu cuerpo resbalan y se deslizan, están más o menos hidratados, son más o menos móviles, pero según John Sharkey (anatomista y experto en disección) no hay ninguna parte de tu cuerpo que realmente se estire.

El hecho es que a nadie se preocupa tanto por la flexibilidad como los yoguis (excepto gimnastas, quizás), y hemos llegado a rendir culto a los pies de un dios dañino. Este tema da para una discusión científica más allá de esta entrevista, pero básicamente tu cerebro determina cuán flexible eres. Es un tema de tolerancia y seguridad. Si tu cerebro siente que no va a estar seguro y libre de lesión en un rango particular de movimiento, echa el freno. Esto puede ser o bien porque el movimiento no está dentro de su repertorio conocido (lo que no se usa se pierde), o que simplemente no somos lo suficientemente fuertes en ese lugar. Cuando estamos bajo anestesia general nuestra flexibilidad se incrementa de forma extrema porque el sistema nervioso no está monitoreando el movimiento para mantenerte seguro y no echa el freno. El problema no está en la elasticidad de los tejidos sino en el cerebro.

Va a llevar tiempo para cambiar la mentalidad y práctica, pero tengo confianza en que hay suficiente gente inteligente investigando y escribiendo para actualizar la información.

Muchas personas tienen la idea de que si eres flexible estás hecho para el yoga. Pero lo cierto es que las personas hiperlaxas o con hipermovilidad son más vulnerables a las lesiones. ¿Qué consejos les darías?
He enseñado a muchas personas con hipermovilidad. Algunos sentían que se caían a pedazos y tenían problemas incluso al caminar, otros tenían largas batallas con sus isquiotibiales desgarrados y otros tenían constante inflamación de las articulaciones sacroiliacas.

En todos los casos, la educación es la llave para un cambio a largo plazo y traer conciencia del estudiante. Puede ser delicado y complejo dependiendo de cuánto tiempo el estudiante ha sido entrenado en su manera de pensar y moverse. Desafortunadamente, a menudo pueden pasar muchos años de lesiones antes de que la persona esté dispuesta a hacer nuevas preguntas.

Profesor y alumno deberían preguntarse a qué lealtad mayor ha obedecido el practicante, qué sistema, método o linaje ha adoptado, qué le ha hecho renunciar a su autosoberanía y porqué es tan importante para ellos el hecho de “doblarse”?

Crear nuevos patrones de movimiento, prácticas que traigan cohesión y fuerza. Enfocarse en sistemas como la integridad estructural de los huesos en lugar de la musculatura, y preguntarse: “¿Dónde hay demasiado movimiento y dónde hay poco movimiento? ¿Podemos cambiarlo por un poco de movimiento en muchas partes?”

Practicar la compasión activa, mirarnos sinceramente a los ojos, un espíritu animoso y mucho sentido del humor. ¡No olvides de poner todo esto en la maleta si te estas adentrando en un nuevo viaje!

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