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Entrevista a Leela Miller: reivindicando lo sagrado

by Redacción
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El eclecticismo tiene mala prensa en algunos círculos espirituales. Es el compromiso a largo plazo con una tradición o un método concretos, nos dicen, la única forma válida de evolucionar y avanzar en nuestro camino. Tras entrevistar a Leela Miller, me quedó más claro que nunca que el compromiso ha de ser con una misma y no con algo externo.

POR ELENA SEPÚLVEDA. FOTOS: JOE LONDON Y MARVIN ALEXANDER

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Leela se ha visto abocada a explorar diversas tradiciones yóguicas debido a sus propias lesiones. A lo largo de más de tres décadas, ha conseguido entretejer la precisión de la alineación de Iyengar, el trabajo energético de Shadow o el compromiso espiritual que es la esencia de Sivananda. Enemiga del branding en el Yoga, su enfoque no dogmático incluye también Yoga Nidra y algunas prácticas de Ashtanga. Aprovechamos su paso por el Centro Santillán de Málaga, donde ofrece un retiro anual junto a Bridget Woods Kramer, para charlar con ella.

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YOGA JOURNAL. Leela, te denominas a ti misma una activista espiritual. ¿Qué significa esto?

LEELA MILLER. Tengo ideas bastante definidas sobre las cosas, incluido el Yoga, donde mi perspectiva es bastante clásica y busco que su componente espiritual esté presente y se conserve. Ese es mi activismo. Siempre me ha interesado el Yoga como una práctica espiritual, no como una práctica física.

En los años 80, en Kansas City (de donde soy), solo había una clase de Yoga y era de Sivananda. Por eso, mis comienzos fueron en esta tradición. Visité varias veces el ashram de Sivananda, en Las Bahamas, y terminé haciendo su formación de profesores, en 1986. No lo hice para dar clases, sino porque me encantaba el satsang, el kirtan, el incienso, todo el ritual… De alguna forma, ya estaba buscando ese componente espiritual. En el ashram conocía al padre de mi hija y terminé mudándome a Londres con él cuando fui mamá.

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YJ: ¿Ser madre te llevó a explorar nuevas tradiciones yóguicas?

Leela Miller: Sí, porque sentí la necesidad de fortalecerme físicamente. Con la práctica de Sivananda me lesionaba todo el tiempo, sobre todo en flexiones y extensiones de la columna, porque no se hace trabajo de estabilidad, enraizamiento o alineación. Sivananda es realmente más una organización de karma Yoga, donde se da prioridad al servicio y la meditación frente al asana. Antes del embarazo, había intentado hacer Ashtanga, pero no lo podía seguir porque no estaba lo suficientemente fuerte. Volví a probarlo después, cuando mi cuerpo superior estaba más fortalecido de cargar al bebé, y aunque todavía me resultaba difícil, empecé a ver la posibilidad de conseguirlo algún día, y me pasé al Ashtanga.

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YJ: Y aunque empezaste como profesora de Ashtanga, no te quedaste en esa tradición tampoco. ¿Qué te hizo buscar en el Iyengar o el Shadow?

Leela Miller: A principios de los 90 había muy pocas clases de Ashtanga en Londres. Pero empezó a crecer y me vi en la cresta de la ola. Mi formación universitaria es en negocios con un MBA y por entonces llevaba la contabilidad de una tienda de productos ecológicos. La popularidad del Ashtanga continuaba creciendo y dejé mi trabajo de contable para enfocarme más en el Yoga.

Muchas de mis decisiones y mis prácticas de Yoga han estado influenciadas por mis lesiones, porque soy hipermóvil y me lesiono con facilidad. Cuando empecé Ashtanga, las rodillas me empezaron a dar problemas, porque las tengo muy flexibles. La Postura del Loto, por ejemplo, siempre ha sido muy fácil para mí. ¡Fíjate que cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo solíamos echarnos carreras por la casa con las piernas en el Loto! Así que miré en Luz sobre el Yoga qué remedio podía tener este problema y vi que B.K.S. Iyengar recomendaba todas las posturas de pie. Empecé a hacer Iyengar, a fortalecer las piernas y a aprender una mejor alineación, pero no quería dejar mi práctica de Ashtanga.

Cuando llegué a la perimenopausia, mi ciclo se volvió muy irregular y vi que el Ashtanga exacerbaba mis síntomas. Creo que esta práctica es muy masculina y enfatiza prana sobre apana, con lo que mi capacidad para «eliminar residuos» (apana) se veía mermada y empeoraba mis síntomas hormonales. Entonces descubrí el Shadow Yoga, de Shandor Remete. ¡Y me resultó muy difícil! Mis piernas eran demasiado débiles. Llevaba 15 años haciendo Yoga y no podía sostener las posturas de Shadow. Me entró curiosidad, investigué más y dejé el Ashtanga para practicar Shadow durante una temporada.

YJ: Ahora llamas Hatha Yoga a lo que enseñas. ¿Volviste a tus orígenes?

Leela Miller: Como decía al principio, siempre me ha gustado el Yoga clásico y su clara dimensión espiritual. El Shadow fue evo- lucionando hacia algo que me pareció difícil de traducir en una práctica de asana más convencional (aunque el Shadow temprano sí se puede integrar en una práctica de Vinyasa, y yo lo hago). Volvía a enseñar Ashtanga, añadiendo los principios de alineación de Iyengar y los de energía y cuerpo sutil de Shadow. Más tarde diseñé e impartí la formación de profesores de Yoga en TriYoga, en Londres, durante 3 años. Pero me cansé de enseñar cómo hacer otro Perro Boca Abajo, porque quería ir más profundo y saber cómo sanar desde la perspectiva del cuerpo sutil.

Así que estudié terapia craneosacral y busqué lo más cercano a esa disciplina dentro del Yoga, que resultó ser el Yoga Nidra. Me interesa la forma en que este tipo de Yoga trabaja con el cerebro, el diálogo entre la mente consciente e inconsciente, y cómo puede ayudar a que resolvamos problemas concretos sin necesidad de ir a una experta (que me parece muy válido también). Cuando doy clase en una sala llena de gente, los sankalpas (intenciones) pueden ser muy diferentes, pero el método puede beneficiar a todo el mundo. Porque yo no estoy programando a nadie, todo viene del subconsciente.

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YJ: ¿Qué tipos de personas acuden a ti?

Leela Miller: Hay personas que vienen porque tienen lesiones o problemas, y otras porque llevo mucho tiempo enseñando (y practicando desde 1986). Me gustan mis alumnas porque son inusuales en el sentido de que no están «orientadas hacia una marca». Ahora solo enseño Yoga; ni Rocket, ni Dharma, ni Ashtanga, ni Sivananda, ni Iyengar… solo Yoga. Creo que esa es otra de las razones por las que la gente viene a mí: porque no soy dogmática y continúo explorando cosas nuevas. Me encanta enseñar a principiantes y me encanta enseñar cosas básicas, como la forma de alinearse, en lugar de hacer a la gente encajar en un estilo u otro. Entiendo que hemos de tener una formación para enseñar de forma segura, pero cuando esto se convierte en branding, ahí me revelo.

Me atraen las prácticas que cultivan la quietud. Aunque siempre he meditado, ahora lo valoro más. Me interesa mucho todo lo relacionado con calmar el sistema nervioso, cómo funciona el cerebro, la conexión entre el cerebro y el corazón… Porque creo que nuestros sistemas nerviosos están hiperactivos. Ya no se trata tanto de qué enseño, sino de cómo enseño. Me estoy moviendo más hacia el lado de lo introspectivo y el movimiento funcional. Pero no dejo de lado el cultivar la fuerza.

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YJ: ¿Hacia dónde crees que evoluciona e Yoga hoy en día?

Leela Miller: Creo que ahora está más centrado en el cuerpo y eso me apena, porque se está volviendo más secular y menos espiritual o sagrado. Los antiguos yoguis buscaban inmortalizar el cuerpo, pero también creían en un poder superior. Y eso se está perdiendo. Ahora tenemos muchas maestras de asanas, pero apenas maestras espirituales. No hay una orientación clara del propósito superior de lo que hacemos. Por mucho que nos empoderemos (y eso es importante), necesitamos alguien que actúe como una caja de resonancia y nos muestre un camino, igual que una profesora de asana te podría guiar en un asana. Poco a poco se está excluyendo a Dios de la conversación y echo en falta lo místico y lo misterioso. Es necesario reconocer e integrar lo sagrado en lo mundano, porque de esa forma, es el Yoga que influencia a la vida y no al revés, y la gente recuerda que la fuente de todo es divina.

Si quieres leer la entrevista completa, no te pierdas el número 129 de tu revista Yoga Journal. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es

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