Una reflexión sobre los abusos en las organizaciones del yoga desde la postura de quien tiene una responsabilidad en la formación de los futuros instructores de Yoga, de los que podrían alcanzar posiciones de poder y deban regirse, como todos o más aún, por un código ético y práctico.
Por Mayte Criado
Directora y fundadora de la Escuela
Internacional de Yoga.
Cada vez que me topo con la historia de alguien abusado en los contextos del Yoga, vuelvo a revisar mi compromiso y dedicación a este camino, esta forma de vida, esta filosofía, esta disciplina. Vuelvo a comenzar de nuevo. Rebusco entre los valores que me han conducido hasta aquí y renuevo en mi memoria, para obtener la confianza perdida, a mis muchos amigos y amigas del Yoga.
Personas que pertenecen a esas organizaciones en las que se han cometido abusos y violaciones. Personas que rondando e incluso pasando ya de los 60 años, han dedicado sus vidas a la difusión del Yoga y a la transmisión de los valores que este camino transmite basados en la no violencia, la honestidad y la coherencia interior.
Son amigos del alma, compañeros de charlas infinitas, de discusiones sobre las ideas. Personas con diferentes creencias, con formas de vida alineadas con alguna organización de renombre o algún linaje concreto. Otras también independientes, algunas muy modernas, otras muy tradicionales, pero desde luego, seres humanos limpios e intachables, puros, cuya honestidad y buen hacer están fuera de cualquier duda. Entrañables en lo que comparten y muy lejos de lo que hoy, por fin, se está denunciando.
Su dedicación sincera y todo lo que han dado de sí mismos dignifica al Yoga y llena de luz incluso a las escuelas a las que pertenecen. Aun cuando sus maestros siguen cayendo y deben caer de los altares y de los pedestales en los que han estado instalados con tanta incoherencia y deshonestidad.
Cuando un «padre» al que admiras se cae del pedestal
De alguna manera entiendo el shock que muchos de mis amigos y amigas tienen. Comprendo profundamente su tristeza y me uno al silencio de su dolor y a todo lo que ello conlleva. Es verdaderamente desgarrador. Al fin y al cabo es como enterarse de que tu propio “padre”, al que admiras y amas, el que te ha entregado un legado de valores y conocimiento profundos, es, o fue un abusador o un violador. Es corroborar definitivamente que si había alguna sospecha, de pronto se confirma. Hay testigos y declaraciones, historias reales, personas en su mayoría mujeres y niños, dañados de por vida.
Muchas preguntas, solo algunas respuestas
Me pregunto, como nos preguntamos todos: ¿qué hacer con el amor y la devoción que durante años se han dedicado al propio gurú o al profesor de referencia? ¿O los maestros que tanto nos han enseñado y transmitido? Y, ¿qué hacer con su legado? O ¿cuánta legitimidad vamos a preservar en sus escritos, sus discursos, sus herencias? ¿Cómo vamos a perdonar?
¿Dónde vamos a guardar las historias de esas personas que han sido abusadas o violadas? ¿Qué hacer para no olvidar los abusos sufridos por parte de grandes maestros de referencia en el mundo del Yoga o de grandísimos líderes espirituales? ¿Hay forma de salvar a las víctimas, de resarcirlas, de cuidarlas, de curarlas de tales traumas, de ofrecerles el refugio que necesitan? ¿Alguien está pensando en tapar o en pasar página?
Mis preguntas y reflexiones son las de muchas personas. La gravedad de los hechos que están viendo la luz, gracias a los movimientos y a las personas que están dando voz a estos sucesos, no dejan indiferentes a nadie. El miedo y la inseguridad han sido siempre un filón para abusadores y acosadores en cualquier ámbito, y era hora de que en las vías del Yoga y en la espiritualidad en general, se generara una nueva conciencia sobre ello. Pero esto no es suficiente. Las propias organizaciones implicadas deberían dar un buen golpe en la mesa para impedir que semejantes abusos continúen al calor de sus jerarquías y estructuras. Los profesores independientes y los practicantes de todo tipo y edad, deberíamos estar muy alertas y concienciados.
La importancia de la formación
Este artículo de opinión no pretende señalar a nadie. Ya hay suficiente información en internet como para no necesitar nombrar nada. Eso sí, hay que informarse y formarse. La propia Yoga Alliance, quien es la organización de referencia para las formaciones de Yoga en todo el mundo, ya ha dedicado más de dos años a tratar de establecer un código ético y práctico para evitar en lo posible, el acoso y los abusos en las salas de Yoga. Pretendo solo expresar mi sentimiento de preocupación. Es importante saber que nos afecta a todos. No podemos dar la espalda a lo que está ocurriendo y hay que intentar terminar con los abusos de poder que incluso se viven en los centros pequeños y entre un profesor y un alumno vulnerable.
Esa atmósfera en la que un maestro se postula como representante de lo trascendente, valedor de verdades que hay que merecer o seguir, guía o mentor de las vidas de los demás, no hace nada más que perpetuar situaciones ambiguas y espacios de poder que terminan por ejercer todo tipo de control psicológico, social y físico sobre sus seguidores. Las estructuras cerradas, basadas en perpetuar recursos y energías para santificar a un gurú o para preservar sus estamentos tradicionalistas y patriarcales, son un riesgo en sí mismas.
Ha llegado el momento de hablar
En los estudios y centros de yoga, se ha abusado mucho del contacto físico. En mi propia historia, como practicante de Yoga, he aceptado ajustes en las posturas del todo inexplicables; propuestas que requerían una aproximación más que abusiva. Y hubo un tiempo en el que estos abusos eran considerado como algo normal por los practicantes de entonces, pero de ninguna forma lo era. Creo que es maravilloso que se haya cambiado y que se llenen de luz los agujeros que durante años, muchos y muchas dejamos vacíos por inseguridad e ignorancia, por creer que ese tipo de exigencias tienen algo que ver con alcanzar algo sublime o solo el sentido de nuestras vidas. Ha llegado el momento de hablar, expresar, denunciar y no consentir. Lo que el mundo del Yoga ha estado eludiendo por décadas es ahora un trampolín para limpiar y seguir. No para pararse.
La responsabilidad de quienes enseñamos
Los límites empiezan a dibujarse y deben quedar claros. Como para todo, es necesaria la implicación personal, en lo pequeño, en el propio ámbito, en las clases a las que asistimos o en los retiros y cursos que realizamos. No podemos dejar únicamente en manos de regulaciones estatales la solución a este problema. Las escuelas de Formación de Profesores de Yoga tenemos una gran responsabilidad ya que formamos y titulamos a quienes van a enseñar y quizás abrir centros de Yoga. Educar a las personas para que tomen conciencia de que ningún tipo de exigencia o abuso puede formar parte de su crecimiento espiritual, es imprescindible.
Incluso es importante que se genere un diálogo sobre el buen uso de las redes sociales en relación a la práctica de Yoga. No olvidemos que en Internet también se está ahora enmascarando esta obsesión por el poder. Pretender o sentir la necesidad de seguir, fotografiar o imitar determinados estereotipos, a un cuerpo diez o a alguien fuerte y flexible, ejerce un tipo de presión y poder que al final terminan en abuso y puede generar un dolor real, físico y psicológico.
Es incuestionable que al Yoga se acercan muchas personas en busca de “algo” que les de sentido. En muchos casos, llegan cargadas de inseguridades y fragilidad. En otros muchos, persiguen a alguien que responde a su ideal en muchos sentidos. Que nadie en nombre del Yoga o de la Meditación pueda cometer un abuso o una violación de algún tipo es urgente y todos estamos involucrados.
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