El camino del Bhakti
Los Kirtans, conciertos de mantras y cantos devocionales, son otra práctica de Yoga, nos explica Manu Om, un bhakta –como se les llama a los practicantes de esta senda del Yoga– y todo un referente del movimiento Bhakti en Cataluña.
Por Lucía Passardi.
Fotos: Wari Om
Manu, ¿cómo llegas al Bhakti Yoga?
Mi deseo de estar en paz, de no sufrir, de estar bien y vivir feliz, me fue llevando por caminos, investigaciones y lugares hasta que, en el 2007, tuve la fortuna de viajar a la India a conocer a un señor, Sri Bhagavan –aquel que encarna a Dios, resumidamente traducido–, que es ahora mi maestro y por quien yo practico Bhakti Yoga. Hasta entonces mi conocimiento del Yoga venía a través de mi madre, que codirige la escuela “Happy Yoga” desde hace 20 años en Barcelona.
Y aunque he crecido en este ambiente, reconozco que hasta entonces mi interés por el Yoga era poco. Recuerdo, de adolescente, dormirme entre mantras en las sadhanas, y cuando me aburría abría el I-Ching o los libros de Jodorowsky, Osho… fue muy valioso tener esta información en ese momento, me ayudó a darme la libertad de ser quien yo quería ser.
¿Cuál es tu definición de Bhakti Yoga?
Para mucha gente la traducción literal es “el Yoga de la devoción”, pero para mí esta definición es muy vaga. Es como si dijéramos que el Hatha Yoga es el Yoga de la musculación o del estiramiento. Es cierto que cuando practicas Hatha musculas y estiras, pero no se trata únicamente de eso, ni es ese el fin de la práctica. En el Bhakti Yoga se produce una transformación de la emoción en devoción. La experiencia te deja tan “borracho” de amor que eres capaz de entregarte al gran misterio, al gran espíritu. Esta entrega sería el Bhakti Yoga. Es más bien el Yoga de la rendición que el de la devoción.
¿Cuál es la esencia de este camino o práctica de Yoga y qué la diferencia de otras?
Empiezo por ponerte una metáfora para describir a Dios o el gran misterio. Pongamos que nuestra mente es como una de esas bolas de Feng Shui que actúan de prisma por donde pasa la luz, y como tienen esta forma geométrica hacen que la luz se disgregue y se proyecte en colores. Dios sería la luz del sol que viene sin ninguna cualidad, es totalmente transparente, incolora, y lo único que hace es desvelar la oscuridad y transformarla en luz, en algo visible. La bola sería nuestra mente, así que lo que yo recibo del mundo es una proyección de mi mente, y esta proyección se hace gracias a la luz de Dios, que se manifiesta para cada uno como producto de ese filtro, esto explica por qué cada cual ve el mundo distinto. Pero, ¿quién pone esa conciencia? ¿Quién le pone luz a mi mirada? ¿Qué hace que yo sepa que existo, que estoy vivo? ¿Qué es lo que prende esa llama? Ese es el gran misterio, y ante este misterio, un jñana yogui, por ejemplo, investiga, y un bhakta (practicante de Bhakti) se entrega, se rinde.
¿Qué es el amor para el Bhakti Yoga?
La forma de amar de nuestra cultura tiene más que ver con el intercambio, con la negociación, con algo que tiene comienzo y final. La forma en que experimentas el amor en el Bhakti Yoga no tiene cláusulas, es como sumergirse en un río, como comerse una fruta, después no le debes nada a esa fruta que te ha alimentado, simplemente pasa a ser parte de ti. Cuando experimentas esta otra forma de amar es posible que vivas un poco el choque cultural, al ser una forma tan diferente de experimentar el amor. Los indios dirían que has metido la cabeza en la boca del tigre, y es que es un despertar que no tiene marcha atrás, es un despertar de consciencia que te hace ver el mundo de otra forma.
¿Cómo es la relación con la música en el Bhakti Yoga?
La música, pero sobre todo el sonido, la vibración, toca nuestras emociones de forma efectiva e instantánea. Sabemos muy bien cómo nos afecta una sirena o el motor de un autobús cuando está cerca. La música es quizás la forma que hemos encontrado de poner los sonidos en armonía, y sabiendo manejar sus equilibrios y dándoles un sentido, puedes hacer con ellos un trabajo de desahogo y de ecualización a nivel emocional muy fuerte. Muchos de estos toques despiertan una apertura de corazón instantánea. Es como un masaje, la música es como el fisioterapeuta del bhakta. Es importante señalar que lo que hacemos es diferente a la música profesional. Para mí sería un menosprecio a la profesión el considerarme músico, pues ellos tienen una técnica, un estudio y, aunque hay músicos que llevan su profesionalidad a un espacio de canto devocional, nuestro trabajo no es el de un músico.
¿Cómo funcionan los mantras y qué relación tienen con el Yoga?
Cuando cantas o escuchas un mantra no solamente estás haciendo Bhakti, pones en práctica otros aspectos del Yoga. Por un lado, enfocas tu mente en una sola cosa, eso ya provoca dharana (concentración) y dharana es la puerta a dhyana, que es meditación. Si lo estoy cantando hacia afuera, estoy también provocando un pranayama natural. Hay una forma de respirar para cantar el mantra escogido que te mete en un ritmo, no es una respiración caótica, sino que te obliga a permanecer en ese ritmo constante para cantarlo. Y si quieres cantar bien tendrás que sentarte en sukhasana o alguna otra postura; con esto ya estás también trabajando asana. Y por último, pones tu mente al servicio de ese mantra, desde un punto de vista de comprensión de la píldora filosófica que tiene detrás, y eso es Jñana Yoga. También podemos incluir Naad Yoga que es el Yoga de la vibración.
¿Es necesario que sean mantras en sánscrito o puede cualquier otro idioma llevarnos al mismo lugar?
Pienso que estamos en un tiempo muy interesante porque el Yoga ha irrumpido en occidente provocando un giro histórico al movimiento que había hasta ahora, y quizás cuando los yoguis de aquí a 200 años miren hacia este momento, lo verán como el momento en que el Yoga invadió el mundo, pero también cómo el mundo afectó al Yoga. Estamos escribiendo la historia del Yoga, y es cierto que hay un movimiento clásico ortodoxo, que muchas veces proviene de un linaje que es importante preservarlo, pero al mismo tiempo debemos estar muy permeables a que las formas en que hasta ahora se ha practicado cambien, y que aparezcan nuevas formas. Volviendo a los mantras y a la tradición, el idioma, lo que puede ocurrir es que alguien que quizás no ha tenido contacto con un linaje directamente o con un guru o con Krishna o con Shiva, le inspire la Naturaleza, la Pachamama, por ejemplo, y puede que le lleguen los preciosos cantos del linaje sudamericano dedicados a este tema. Inspirarse en estos cantos no te hace menos yogui, porque lo que hace que un yogui sea yogui es que el yogui es aquel que atiende su mente, nada más, porque sabe que detrás de esta está Dios, en la forma que sea, esperándole con una sonrisa, invitándole a saltarse las normas que la mente le presenta continuamente, y que obstruyen su comprensión de quien es. Disolver ese nudo es Yoga.
¿Hay personas para las que el soltarse a esa entrega es más fácil que para otras? ¿Cuestión de carácter quizás?
Puede ser, pues es el Yoga de los sensibleros, de los comilones, de los que nos gusta el camino dulce. Es un Yoga que solo tiene que salvar dos barreras muy fuertes, una es la de la obediencia, y la otra es la de Dios. Dos barreras que en occidente son muy complejas, para como está conformada nuestra mente, por eso enamorarse es muy bueno, porque a través del enamoramiento puedes cruzar esas barreras con los ojos cerrados.
MANU OM ofrece un espacio, desde hace nueve años, que él llama de “autopráctica compartida”, donde se canta, se medita y se conversa de espiritualidad. La entrada y salida en estos encuentros es libre, y tienen lugar cada lunes en Happy Yoga, Carrer del Bruc 7 (Barcelona), a las 17:15 horas.
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