Después de leer varios artículos en distintos medios, y concretamente en esta revista (YJ 106), sobre el certificado de profesionalidad de Instrucción en Yoga, considero que algunos datos no se ajustan a la realidad. En ellos se exponen las desventajas de la impartición de esta titulación. Subyace que esta enseñanza regulada es de baja calidad, que frivoliza el yoga o que dista mucho de su esencia. Les agradecería que me dieran la oportunidad de expresar mi opinión. Soy una de esas profesoras que obtuvo hace unos años ese certificado (gratuitamente por el Servicio ). Por eso, puedo aportar una información más completa.
Por Idoia González Moro
¿Escuelas tradicionales o un curso intensivo de inmersión?
Para ayudar a poner luz a estas cuestiones respecto al certificado de Instrucción en Yoga del Estado, me gustaría aclarar que en este curso, adaptado por cada comunidad autónoma, los alumnos estudiamos y practicamos un total 560 horas. Es un aprendizaje intensivo, de inmersión en yoga. Esto significa que durante ese periodo, nuestra cabeza, nuestro corazón, nuestro cuerpo y nuestra alma se transforman en yoga absolutamente. Durante muchos meses, nos sumergimos en su filosofía, historia, esencia y práctica. Si eso no fuera así, no podríamos aprobar el certificado. En mi promoción, el 30% del alumnado no lo consiguió.
En otros centros privados de formación, los cursos suelen impartirse cada 15 días. Con 100 o 200 horas pueden darte ya tu primer título. Con él tendrías acceso al segundo curso, si vuelves a abonar otra cantidad nada asequible para cualquier bolsillo. Pese a buscarlo con interés, no he encontrado información acerca del porcentaje de no aptos en estas escuelas.
Nociones de primeros auxilios cuando hay patologías
También es fácil encontrar profesores de yoga que trabajan con cuerpos con patologías, mentes hiperestresadas o almas complejas. Me parece un auténtica irresponsabilidad si no hay una preparación exhaustiva previa. Para el intrusismo o la intromisión de este tipo de enseñanza, la regulación de la docencia se hace totalmente imprescindible. Nuestra acreditación comprende 40 horas de Primeros Auxilios. Sin embargo, en esos centros privados no imparten algo tan básico y fundamental. Así, se hace necesario cursar esta materia en otro centro. Y volver a pagar la suma correspondiente.
Clasificación del yoga en la nueva ley
Sobre la clasificación del yoga en el apartado Actividades Físicas, Deportivas y Recreativas de la Ley de las profesiones del deporte, suscribo lo expuesto por Gironés. Es un error encuadrar el yoga en ese apartado. Pero creo que era necesario regularlo de alguna manera para mejorar su enseñanza y que fuera de algún modo avalada. Entiendo que ahora será trabajo nuestro, convencer al legislador para clasificar el yoga como se merece.
No me refiero a las escuelas tradicionales que han impartido excelentemente las enseñanzas del yoga durante todo este tiempo. Pero sí a aquellos centros que están dando títulos, sin directrices, sin normas y sin pedagogía suficiente para dignificar el aprendizaje del yoga.
Respecto al cuestionamiento de Mayte Criado, alguien a quien sigo y admiro, acerca de que el yoga no es una profesión, sino “nuestra vida”, me gustaría saber cómo calificaría a los Grandes Maestros a lo largo de la historia. ¿De qué han vivido? Por supuesto, en otro contexto y ¿de qué viven los maestros en nuestros días? ¿Los profesores, los formadores, los instructores online, los que escriben sobre yoga o los reputados yoguis referentes para todos los que seguimos esta senda?
La RAE define profesión como «aquella actividad habitual de una persona, generalmente para la que se ha preparado, que al ejercerla tiene derecho a recibir una remuneración”.
Indudablemente el yoga es también mi filosofía y mi estilo de vida. Y, a la vez, de lo que vivo. Con austeridad, para qué negarlo, pero tremendamente satisfecha de haber conseguido de mi pasión y mi dharma la forma de conjugar la difusión de esta disciplina milenaria.
La transmisión y expansión del yoga de mano de los profesores, es un vehículo para que esta práctica llegue al más amplio espectro de la población. Y así esta pueda disfrutar de sus beneficios para mejorar sus cuerpos, mentes y espíritus.
Quizá sea hora de que todas las escuelas, tradicionales y profesionales, aúnen sus fuerzas para llevar a cabo el proyecto más hermoso y solidario que es concurrir juntos para elevar los niveles de conciencia y acompañar en ese viaje de introspección y unión universal que nos conecta con nuestro centro y nuestra esencia.
Se avecinan cambios en la enseñanza del Yoga, sí, y menos mal porque eso es un signo de evolución. Y, por suerte para todos, se ha popularizado la práctica y no se ha quedado en los tiempos en los que era transmitido únicamente de maestro a discípulo.
Idoia González Moro antes periodista, ahora instructora de yoga.