Por Lucía Passardi
Fotos de Kālida y Jason Keith
Recientemente inaugurado, Kālida Sant Pau es un proyecto innovador para mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer. Se trata de un espacio para sentirse acompañado, informado y poder compartir sentimientos y preocupaciones en un ambiente de total entendimiento.
La Fundación Kálida fue constituida en el año 2016 con el objetivo de crear centros situados a pocos metros de los Servicios de Oncología de los hospitales públicos de referencia en tratamientos del cáncer para acoger y acompañar a las personas que lo necesiten, así como a sus familiares, amigos o cuidadores. El primer centro que abre en nuestro país es un proyecto realizado por la arquitecta Benedetta Tagliabue, del estudio Miralles Tagliabue EMBT, quien se ha involucrado desinteresadamente realizando el diseño arquitectónico del primer Centro Kālida: un edificio acogedor, amable y sin referencias a un centro hospitalario.
Yoga y cáncer
Kālida Sant Pau está integrado por profesionales especializados en soporte oncológico –psicooncólogos, enfermeros, trabajadores sociales y terapeutas– que mantienen comunicación directa con los médicos y el personal sanitario de los hospitales, para trasladar las necesidades e inquietudes que tienen los pacientes más allá del espacio de la consulta, no siendo necesaria la derivación médica para acudir al centro a recibir atención. El Yoga es una de las actividades, totalmente gratuitas y abiertas, que se ofrecen en este centro. Adriana Jarrín es una de las profesoras e impulsoras del proyecto. En la siguiente entrevista nos cuenta un poco más sobre su experiencia en Yoga oncológico.
YOGA JOURNAL: Adriana, ¿qué conocimientos son necesarios para una profesora de Yoga de cara a trabajar con enfermos de cáncer?
ADRIANA JARRÍN: Cursé una formación en Yoga Terapéutico y luego en Yoga para personas supervivientes de cáncer. La formación es un primer paso imprescindible antes de iniciar el trabajo. Pero sin duda el mayor aprendizaje lo he adquirido en el día a día a través del contacto con las personas. Mi experiencia personal con la enfermedad me ha ayudado para crear una cierta complicidad con las alumnas. Es algo así como entablar una conversación en un paisaje conocido por ambas partes.
YJ: ¿Cuáles son los beneficios que más reconocen los alumnos?
AJ: Lo que primero comentan es que sienten alivio en los dolores musculares y articulares que provocan los tratamientos. Otro de los beneficios inmediatos es que reduce el insomnio y/o mejora la calidad del descanso. A nivel emocional, en las clases se crea un espacio seguro de reencuentro con el cuerpo. Hay que tener en cuenta que para una persona con cáncer el propio cuerpo se convierte en una suerte de amenaza para la vida.
La práctica fomenta, en este sentido, una resignificación del cuerpo, la exploración de sus partes sanas y de sus posibilidades. Los pranayamas y la meditación ayudan a reducir el estrés, a conectar con el presente y observar las emociones en su justa medida. El Yoga contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer, pero de ninguna manera cura ni sustituye tratamientos de quimio o radioterapia.
YJ: ¿Cómo consigues integrar a todos los pacientes teniendo en cuenta que cada uno está en una fase distinta del proceso de la enfermedad…?
AJ: Una de las claves consiste en trabajar con grupos reducidos para brindar una atención personalizada tanto a nivel físico como emocional. A nivel físico se necesita de muchos soportes (bloques, mantas, cintas, sillas) para ajustar las posturas a la condición de cada persona. Estos soportes, nunca mejor dicho, forman parte del entorno de seguridad que se le ofrece a la persona. A nivel emocional es fundamental fomentar la creación de una red de apoyo entre las participantes. En las clases dejo abierto un espacio para el intercambio de experiencias, las personas expresan libremente sus dudas y opiniones. Y lo más importante, son escuchadas en un entorno de respeto, libre de juicios.
Este intercambio es muy enriquecedor. Cada persona está en una fase distinta del proceso y puede aportar con información relevante sobre las estrategias personales para sobrellevar la enfermedad y el tratamiento. Me gusta situarme en el lugar de facilitadora de este intercambio y, en caso de intervenir, lo hago desde la filosofía del Yoga.
YJ: ¿Cómo trabajas la compasión y la aceptación con personas que sufren angustia y dolor?
AJ:Practicar con personas que están en una situación similar, independientemente de su condición social o de su forma de pensar coloca a todas en un mismo plano. En un mismo lugar desde dónde respirar la vida y su naturaleza y comprender así que la enfermedad es parte de ella. De esta manera se trabaja la aceptación.
Disfrutar del cuerpo sano y observar y respetar los límites provocados por la enfermedad es un ejercicio personal continuo de compasión hacia sí mismos. Por otra parte, resulta admirable la paciencia, la empatía y la ternura con la que están dispuestas a adaptar su práctica. Además, a mantener un compás de espera para que aquellas que tienen más dificultades participen también de la clase. Ofrecer generosamente su tiempo a la vez que respetar sus tiempos creo que es indispensable para crear un ambiente propicio de compasión.
YJ: ¿Qué es lo que más satisfacción te produce y qué es lo más difícil?
AJ: Me siento privilegiada. Trabajar con personas que están en este intenso diálogo con la vida te permite honrarla aún más. En las clases de Yoga oncológico he sido testigo de indescriptibles momentos de amor, de apoyo, de solidaridad, de fuerza y de entereza. Es como una puesta en escena de todo aquello que propone la filosofía del Yoga sobre la unión, la compasión, los yamas y los niyamas. Ayudar a que se genere este espacio, a que la gente encuentre un momento de relajación dentro del marasmo de incertidumbre, dolor y miedo que produce el cáncer es muy alentador.
Y, por supuesto, también es doloroso cuando alguien nos deja. Debemos permitir que ese dolor se manifieste para luego seguir. Si tuviera que resumir en una palabra aquello que el Yoga oncológico congrega, sin duda esa palabra sería amor, puro AMOR.
Si quieres conocer más sobre este proyecto y acerca de cómo puede ayudar el Yoga a las personas con cáncer, no te pierdas el número 108 de tu revista Yoga Journal. Para conseguirlo, llámanos al 916 326 251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es