Con empatía se nace, pero es necesario trabajarla cada día. Se trata de la capacidad para comprender los sentimientos y experiencias de los demás, pero desde su perspectiva. Aprender a empatizar puede ayudarnos a tener un mundo mejor, en el que el entendimiento sea una constante y nos permita vivir con diversidad, tolerancia y afecto.
Por Aminie Filippi // Práctica de Elena Sepúlveda
A veces, no comprendemos por qué algunas personas actúan de determinada manera. Sin embargo, el ejercicio de tratar de mirar las cosas como ellas y situarnos en su lugar puede ayudarnos a verlo de otra forma, a entender y, lo mejor, a construir un mundo un poco mejor, y que el entendimiento entre las personas fluya con más amabilidad. Ser empático no es una práctica fácil si no estamos habituados, pero nunca es tarde para empezar.
La psicóloga y psicoterapeuta Mia Hungría, en Barcelona, define la empatía como la capacidad de comprender y compartir los sentimientos y la perspectiva de otra persona. La experta afirma que implica tener la habilidad especial de ponerse en los zapatos del otro, sintiendo sus emociones y entendiendo sus reacciones. «Se trata de conectar genuinamente con lo que está experimentando la otra persona en ese momento, sin importar si estamos de acuerdo con ella o no. Por ello, es fundamental que la persona empática sepa gestionar las emociones que esta conexión le pueda causar».
Aplicarla beneficia a todos
La experta sostiene que la empatía es crucial en nuestra vida diaria porque mejora nuestras relaciones y crea un entorno de confianza. «Por un lado, nos permite crear conexiones más profundas y comprensivas. Al comprender las emociones y perspectivas de los demás, gracias a una escucha activa, facilitaremos una comunicación más efectiva y empática, y una comunicación más afectiva.
También ayuda a resolver conflictos de manera pacífica al reconocer y validar los sentimientos de todas las partes y, por lo mismo, facilita la creación de soluciones mutuamente beneficiosas». La psicoterapeuta explica que esta conexión emocional reduce el sentimiento de soledad y aislamiento en quienes atraviesan momentos difíciles, al tiempo que promueve la salud mental al sentirse comprendidos y valorados. La empatía también fomenta un ambiente donde las personas se sienten seguras para expresar sus emociones y buscar ayuda cuando la necesitan. Además, al ser empáticos, inspiramos a otros a actuar con compasión y solidaridad, generando un efecto positivo en la sociedad en su conjunto.
Pero, por otra parte, Hungría señala que ser empáticos en nuestro día a día también genera un fuerte impacto sobre nosotros mismos, ya que contribuye a nuestro bienestar emocional. «Al fomentar un entorno social positivo y promover una cultura de compasión y apoyo mutuo, reduce el estrés y aumenta la felicidad». En otras palabras, podríamos decir que la empatía enriquece nuestras vidas, nuestro bienestar emocional y desarrollo personal y el de las personas que nos rodean.
La empatía, en la dosis justa
La psicóloga recuerda que existen estudios en neurociencia que muestran que la empatía activa áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento emocional y la regulación social, como la corteza prefrontal y la ínsula. Estos hallazgos sugieren que la empatía mejora la salud cerebral y las habilidades sociales. Sin embargo, también hay otras investigaciones que demuestran que la empatía es un sentimiento tan potente que es capaz de paralizarnos e incluso bloquearnos en caso de ponerla en marcha con demasiada intensidad. Tanto que puede producir grandes niveles de estrés hasta alterar nuestro equilibrio e incluso hacernos enfermar. Por eso, los expertos recomiendan dosificarla y aprender a canalizarla de manera adecuada.
Hungría se pone en el supuesto de que no hubiera empatía en el mundo: «sin ella, nuestras relaciones se volverían más frías y conflictivas, aumentando la incomprensión y la desconfianza. La sociedad sería menos colaborativa y más individualista, lo que podría intensificar los problemas sociales.
Hay distintas formas de empatizar
Existen tres tipos principales de empatía, y cada uno se diferencia en cómo nos conectamos y respondemos a las experiencias emocionales de los demás. Mia Hungría nos explica cada uno:
- Empatía cognitiva. Es la capacidad de entender el punto de vista o el estado mental de otra persona. Implica un proceso más racional y lógico. Permite comprender los pensamientos y creencias de los demás sin necesariamente compartir sus emociones. Es más sobreentender mentalmente que sentir. Por ejemplo, un médico usa empatía cognitiva para diagnosticar y tratar a un paciente entendiendo sus síntomas y preocupaciones.
- Empatía emocional (afectiva). Es la capacidad de sentir las emociones que otra persona está experimentando. Involucra una respuesta emocional directa. Si alguien está triste, una persona con empatía emocional también sentirá tristeza. Es más visceral y de conexión emocional. Se trata de compartir directamente las emociones del otro, como cuando lloras viendo una película porque te conectas con los personajes.
- Empatía compasiva. Es la capacidad de no solo entender y sentir las emociones de los demás, sino también de estar motivado a ayudar. Combina la comprensión cognitiva y emocional con la acción. Impulsa a ofrecer apoyo y hacer algo para aliviar el sufrimiento ajeno. Incluye un componente proactivo. No se trata solo de entender o sentir, sino de actuar. Por ejemplo, si ves a alguien herido, sientes su dolor (empatía emocional) y decides ayudar (empatía compasiva).
Aprende a desarrollar y fortalecer la empatía
Para llenar de empatía tu vida cotidiana, la psicóloga nos aconseja practicar la escucha activa, «prestando atención genuina a los demás, sin interrumpir, ya que ello nos permite comprender mejor sus emociones y perspectivas».
También podemos cultivarla practicando la atención plena, «siendo conscientes de nuestras propias emociones y las de los demás. Esto nos ayuda a conectarnos más profundamente. Ponernos en el lugar del otro, imaginando cómo se sienten y qué están experimentando, ya que puede ser de ayuda «para desarrollar una mayor sensibilidad hacia sus necesidades y preocupaciones». Y no olvidemos poner el foco en la emoción, más allá del dato. A veces, solo nos centramos en un hecho objetivo, pero este puede ser interpretado o sentido de diferentes maneras. Leer entrelíneas es una virtud que nos ayudará en este punto.
Mia Hungría también nos recomienda aprender sobre diferentes perspectivas y experiencias de vida, puesto que es un ejercicio que «nos amplía el horizonte y nos ayuda a comprender mejor la diversidad de emociones y vivencias en el mundo». Cultiva una actitud abierta y destierra prejuicios, sesgos y mitos que pueden interferir en nuestra comprensión de los demás.
Por último, la lectura y el cine también pueden ayudar como entrenamiento, así como los juegos de rol. Estudios, como uno de la Universidad de Standford, concluyen que, tras los resultados de la observación por neuroimagen (resonancia magnética), en una persona que se compenetra en la lectura de un texto de ficción, se activan zonas del cerebro relacionadas con lo que los personajes hacen o sienten.
¿Eres una persona empática? Los 8 básicos
La empatía puede ser tanto innata como desarrollable. «Nacemos con una capacidad básica, pero puede y debe ser cultivada a lo largo de la vida», sostiene la psicóloga. Una persona empática tiene varias características distintivas que la hacen especialmente sensible y comprensiva en sus interacciones con losdemás. Estas hacen que sean esenciales en cualquier entorno social, «ya que facilitan la comunicación, mejoran las relaciones y crean un ambiente de comprensión y apoyo mutuo», afirma la psicóloga. Para saber si eres empático, observa estos rasgos que describe la experta, y reflexiona si te identifican. Una persona empática:
- Escucha activamente. Una persona empática escucha lo que los demás dicen, prestando total atención sin interrumpir. Valora y respeta las palabras y sentimientos de los otros, mostrando interés genuino.
- Se muestra sensible y emocional. Si eres capaz de captar y entender las emociones de quienes la rodean, eres empática. Puedes percibir los matices en el tono de voz, expresiones faciales y lenguaje corporal, lo que te permitirá entender cómo se sienten los demás.
- Es compasiva. Si muestras una profunda compasión y preocupación por el bienestar de los otros. No solo comprendes sus emociones, sino que también quieres ayudar y ofrecer tu apoyo.
- Trata de ser tolerante y respetuosa. Las personas empáticas están siempre abiertas a diferentes puntos de vista y experiencias, respetando las opiniones y sentimientos ajenos, incluso cuando difieren de los propios.
- Está conectada emocionalmente. También tienen una capacidad natural para crear conexiones emocionales fuertes. Esta habilidad les permite establecer relaciones cercanas y de confianza con los demás.
- Practica la paciencia. Es otra característica clave. Quienes son empáticos entienden que no todos procesan las emociones de la misma manera ni al mismo ritmo, por lo que son pacientes y comprensivos.
- Reflexiona y se autoevalúa. Si realizas una introspección acerca de tus propias emociones y experiencias para entender mejor las de los demás, vas por buen camino. Esta autoevaluación continua ayuda a ser más consciente y ajustado en las respuestas emocionales.
- Tiene un fuerte sentido de juicio social. Esto le permite navegar con eficacia en diferentes contextos y dinámicas sociales. Saben cuándo ofrecer apoyo y cuándo dar espacio.
PRÁCTICA: ESCUCHA PROFUNDA Y HABLA AMOROSA
Este es uno de los cinco entrenamientos de la plena conciencia propuestos por el maestro budista Thich Nhat Hanh, cuyas técnicas buscan mostrar el camino hacia la transformación, la sanación y la felicidad del individuo y del mundo.
Se trata de una invitación a tomar conciencia del dolor que pueden causar las palabras irreflexivas y la incapacidad de escuchar a los demás, al tiempo que nos comprometemos a aprender a hablar con amor y a desarrollar una escucha atenta que promueva la paz y la reconciliación en nuestras relaciones.
Esta técnica, que consta de dos partes y en la que participan dos personas, un escuchador y un hablante, nos ayuda a cultivar y fortalecer nuestra capacidad empática. Estos serían los pasos de cada una de las dos etapas.
ESCUCHA PROFUNDA
- Crear un espacio seguro. Busca un lugar tranquilo y cómodo donde podáis tener una conversación sin interrupciones. Aseguraos de que ambos estáis preparados y dispuestos a participar en la práctica.
- Estar presente. Dedica tu atención completa a la persona que está hablando y deja de lado distracciones como teléfonos o cualquier otra cosa que pueda interrumpir tu concentración.
- Escuchar sin juzgar. Escucha con una mente abierta y sin juzgar lo que la otra persona dice. Evita interrumpir, corregir o dar consejos a menos que se te pida explícitamente.
- Mostrar empatía. Mantén contacto visual y asiente con la cabeza para mostrar que estás escuchando. También puedes usar gestos y expresiones faciales que demuestren comprensión y empatía.
- Reflejar y resumir. Repite o parafrasea lo que la otra persona ha dicho para asegurarte de que has entendido correctamente. Así le muestras que estás escuchando y comprendiendo su perspectiva.
HABLA AMOROSA
- Hablar con amabilidad. Utiliza un tono de voz suave y calmado, escogiendo palabras que sean amables y consideradas.
- Ser sincero y directo. Expresa tus pensamientos y sentimientos de manera clara y honesta, pero sin ser hiriente. Evita en todo momento el uso del sarcasmo y no caigas en lo pasivo-agresivo.
- Compartir desde tu experiencia. Usa frases en primera persona, como «Yo siento…» o «Yo pienso…», en lugar de hacer acusaciones o generalizaciones sobre la otra persona. Esto ayuda a evitar que se sienta atacada y fomenta una comunicación más abierta.
- Practicar la paciencia. Tómate tu tiempo para hablar y escuchar. No apresures la conversación y sé paciente, permitiendo siempre que la otra persona exprese sus pensamientos y sentimientos completamente antes de responder.
EJEMPLO DE PRÁCTICA
ESCUCHA PROFUNDA
Escuchador: «Estoy aquí para escucharte. Cuéntame lo que está pasando».
Hablante: «He tenido un día muy difícil en el trabajo. Me siento agotada y estresada».
Escuchador: «Parece que has tenido un día realmente duro. ¿Quieres contarme más sobre lo que pasó?».
HABLA AMOROSA
Hablante: «Me siento frustrado cuando no siento apoyo en casa. Necesito tu ayuda para manejar las tareas».
Escuchador: «Entiendo que te sientes frustrado. Quiero ayudarte más. ¿Podemos hacer un plan juntos para repartir las tareas?».