Una de las maravillas del final de la pandemia es el haber imbuido de un nuevo y más profundo significado a cosas que antes dábamos por hechas. Como el poder reunirnos en comunidad alrededor del «fuego del Yoga». De estos cambios y otros nos habla Bridget Woods Kramer, una testigo destacada de la evolución del Yoga en Occidente durante las últimas tres décadas.
Por Elena Sepúlveda / Fotos de BWK School of Yoga
Bridget es una de las profesoras más respetadas y con más experiencia en la comunidad Anusara. Comenzó a practicar en 1975 y a enseñar en 1988. Hoy es una prestigiosa figura en el mundo del Yoga, conocida por su sentido del humor, su estilo dinámico de enseñanza y su gran atención a los detalles de la alineación. Esta es la cuarta vez que ofrece un retiro junto a Leela Miller en el Centro Santillán de Málaga, donde acudimos a entrevistarla.
YOGA JOURNAL. Muchas gracias por concedernos esta entrevista, Bridget. Cuéntanos ¿qué te trae una vez más a Santillán y cuál es el concepto de este retiro?
BRIDGET WOODS KRAMER. Nos gusta venir aquí por el magnífico equipamiento del que disponemos en la sala, aun-
que este retiro no sea un bootcamp de asana. La idea principal es el bienestar, y que la práctica pueda servir a la persona y su situación concreta. Leela y yo trabajamos mucho con la energía, aunando los más de 30 años de experiencia que tenemos cada una. He visto que los retiros han cambiado desde el final de la pandemia. Ahora la gente siente la necesidad de volverse a reunir después de tanta separación, de nutrirse en compañía.
Aunque existe una gran oferta de Yoga disponible en línea, también es importante tomarnos el tiempo para reunirnos físicamente. Los retiros que he hecho desde que salimos del confinamiento van de eso: de reunirse, de conectar, de juntarse alrededor del fuego para nutrirse, escuchar y sentirse escuchada. El fuego es la práctica de Yoga, claro.
¿Crees que algo ha cambiado también en la forma en que se practica al volver al estudio tras este periodo?
Sí, creo que ahora la gente escucha más a sus cuerpos y que se practica más despacio. Antes se practicaba deprisa, por motivos más físicos, porque era algo que había que hacer y para marcar esa casilla como «hecho». Lo que observo ahora es que, según las alumnas entran en el estudio y se tumban en la esterilla, empiezan escuchando a sus cuerpos. Y que buscan algo más que un simple work out. Esa es la diferencia principal que veo: ahora nuestros corazones necesitan otras cosas.
30 años en el mundo del Yoga dan para mucho… ¿Cómo llegaste a donde estás ahora y qué has vivido por el camino?
Empecé a practicar Yoga en los años 70, en Londres, donde tenía una empresa de moda. Un día, salí a buscar unas telas y me encontré con mi hermana que iba a una clase de Yoga en una antigua estación de bomberos y me invitó a ir con ella. Era una clase de Iyengar donde se hacían cuatro posturas y meditación después, aunque yo no me quedaba nunca a meditar. Aun así, el Yoga me ayudó a frenar la mente, porque siempre estaba muy ocupada corriendo de un lado a otro de la ciudad. Ya ves, empecé profesionalmente vistiendo el cuerpo por fuera para que la gente se sintiera bien, luego pasé a la danza y al fitness. Y ahora con el Yoga, sigo trabajando con el cuerpo, pero con una capa más sutil: la energética y espiritual.
Mi primera experiencia enseñando fue con la danza. En un viaje a California descubrí a Jane Fonda y me encantó, así que al volver a Inglaterra me convertí en la primera profesora de aérobic de Londres. Una amiga que entonces venía a estas clases y que está aquí ahora en el retiro, me decía el otro día que recuerda venir y que yo me subía encima del piano porque no había otro sitio. Era muy divertido. Entonces sentí que el fitness iba a ser la cosa de los 80 y abrí un estudio con equipamiento donde la gente se pudiese reunir en lugar de hacerlo en los bares. Durante unos años vinieron periodistas, estrellas de cine, limpiadores de calles, bomberos… Era inclusivo y para todo el mundo. Más tarde añadimos Yoga.
A día de hoy, ¿te defines como una profesora de Anusara?
Sí. Mi primera formación como profesora de Yoga fue en el ashram, de Siddha Yoga, en Nueva York, pero comencé a enseñar en California, donde me había mudado con mi marido que trabajaba en la industria cinematográfica. Allí tuve a mis dos hijos y seguí formándome en Yoga. En 1994 conocí a John Friend y estudié con él cuando aún estaba formulando los principios de alineación e introducía la apertura a la gracia. La gracia fluye en nuestras vidas, pero, a veces, nos quedamos atascados en nuestros problemas. Siempre tendremos expansión y contracción, momentos felices en los que no buscamos nada. Pero es en los momentos de oscuridad cuando iniciamos la búsqueda de algo que siempre está ahí y que es la gracia. Si pudiéramos entrar en ella, volveríamos a nuestro corazón, al amor.
Cuando conocí a John, me gustaron sus enseñanzas; era muy claro y muy carismático. Luego, empezó a diseñar los programas de formación y se creó Anusara. Para mí, eran las enseñanzas de mi maestra Gurumayi, en Siddha Yoga, las enseñanzas tántricas no duales, más la alineación. Me ayudaron mucho a entender la vida y a navegarla.
Esa dualidad tántrica consiste en empezar a buscar lo que es bueno en una persona, lo que es bello en una postura.
No partiendo de cómo voy a arreglarlo o qué es lo que está mal y necesita corregirse, sino cómo puedo alinear lo que ya es bello para mejorar el flujo de energía.
¿Y qué hiciste cuando surgieron los escándalos en la comunidad de Anusara?
Yo le estoy agradecida a John porque me lo enseñó todo: me enseñó cómo puedes hacerte grande y cómo puedes caer, y que debes revisarte constantemente. Es verdad que necesitamos un ego que nos impulse, pero si lo usas para controlar a los demás, ya no es bueno. Cuando John lo echó todo a perder, me vi en un dilema: si alejarme o no… El Siddha Yoga y el tantra no dual no pertenecen a ningún sistema. Las escrituras son para todos. Y las enseñanzas de alineación de Anusara eran realmente buenas; desde que las sigo no he tenido ninguna lesión. Así que decidí honrar la fuente y no abandonar el barco que se hundía porque cargaba a gente que creía en él. Dejar el barco era como decirles a esas personas que la filosofía era una basura. Esa fue mi razón para quedarme.
En cualquier caso, en mi curso de formación siempre digo: «estos son los principios, esta es la alineación y estas son las raíces de la filosofía, pero al final, tiene que ser tu voz la que los enseñe». Es como tenía que ser: todo tuvo que hacerse pedazos para luego crecer orgánicamente en lugar de ser un dogma excluyente. A mí no me importa si mis alumnos enseñan Anusara o si luego tejen esos principios con Yoga Sensible al Trauma para ayudar a la gente con su propia voz.
¿Qué opinas de que tanta gente tenga ahora una formación de profesor de Yoga?
Creo que hay que tener experiencia antes de hacer una formación. Ahora hay mucha gente que piensa que con una formación y un par de talleres, ya puede empezar a trabajar enseñando Yoga y ganar algo de dinero. A mí personalmente me costó años decidir si estaba preparada… Creo que hay que tener un poco de humildad en lugar de pensar «ya lo sé todo».
¿Qué te mantiene inspirada en estos extraños tiempos?
La naturaleza y trabajar en mi propio crecimiento y mi entendimiento, para que puedan permear mis enseñanzas sobre aquello que siento que es importante. Como por ejemplo, crear comunidad. Creo que eso es lo que necesitamos ahora mismo: pequeños fuegos en cada comunidad donde la gente pueda ir sin conocer a nadie y sentirse bienvenida, sentir que pertenece. Siempre estoy prestando atención para saber qué necesito ofrecer o canalizar en cada momento. Porque las necesidades de la gente han cambiado. Hay muchos problemas de salud mental y necesitamos estar más en la comunidad, en las residencias para personas mayores, a pie de calle, en los centros de refugiados. Y no encerrados en elegantes estudios de Yoga.
Si quieres conocer más acerca de Bridget Woods Kramer, los cursos que imparte y los retiros que ofrece, entra en su web y no te pierdas el número 128 de tu revista Yoga Journal España. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogaspirit.es