A medida que el Yoga se expande por el planeta, las formas tradicionales de transmitir sus enseñanzas se van hibridando para responder a las necesidades y sensibilidades de diferentes culturas y tiempos. En este contexto de cambio, ¿es importante y necesario ajustar?
Por Elena Sepúlveda
Ya estemos a favor o en contra, debatir nos enriquece y nos enseña a considerar otros ángulos, a elaborar nuestras opiniones y a expresarlas con respeto. ¿Cuál es tu opinión acerca de los ajustes? ¿Crees que la profesora de Yoga debe intervenir manualmente para modificar posturas? ¿O es preferible fomentar la autonomía de cada practicante guiando verbal y visualmente? Este artículo explora algunos aspectos de una conversación que no ha hecho más que iniciarse en nuestros países de habla hispana. ¿Hay que ajustar a los alumnos?
Ajustar durante una clase de asana se refiere a la intervención de la profesora para modificar la postura de la alumna mediante contacto físico directo. En principio, se trataría de una forma de transmitir un conocimiento con un fin concreto. Este es encontrar una alineación adecuada, evitar una lesión, profundizar en una postura, crear conciencia corporal… Pero esta práctica, que forma parte de los métodos tradicionales de enseñanza del Yoga, está siendo cuestionada actualmente. La evolución de nuestro entendimiento del espacio personal, el desarrollo de nuevos modelos anatómicos, el aumento del valor otorgado a la propiocepción o la creciente atención al consentimiento son algunos motivos de esta revisión.
Enfoque tradicional y nuevas sensibilidades
Una parte significativa de este debate gira en torno a la tradición del Yoga y su modernización. Para algunos defensores de ajustar, estos forman parte de la herencia original de la enseñanza. En ella, los maestros ayudaban a los estudiantes a encontrar la alineación y la postura correctas. Este enfoque se enfrenta hoy con las sensibilidades occidentales que priorizan el espacio personal y la autonomía.
El entendimiento del espacio personal en Occidente se refleja en la importancia de mantener una cierta distancia física durante las interacciones sociales. Invadir ese espacio sin permiso puede percibirse como una intrusión. Además, en estas culturas las personas son vistas como entidades autónomas con derechos y decisiones propias. En India, en cambio, donde el grupo y la jerarquía a menudo prevalecen sobre el individuo, el contacto físico entre maestros y alumnos ha sido tradicionalmente más aceptado. Quizá esto se debe en parte a una concepción más comunal y colectiva de la sociedad.
¿Hay una manera correcta de hacer las posturas?
Los defensores acérrimos de ajustar las posturas como forma de transmitir las enseñanzas del Yoga argumentan que existe una manera correcta de hacerlos. Siempre con cuidado y respeto, que ayuda a mejorar la experiencia del practicante. Si tenemos en cuenta que el espacio personal tiene otras dimensiones más sutiles, como la emocional, el uso del ajuste no siempre sería recomendable. «Creo que los ajustes en las clases de Yoga pueden ser problemáticos porque tienen el potencial de activar memorias de traumas pasados en los practicantes. Es esencial que respetemos los límites de cada individuo y fomentemos un ambiente donde se sientan seguros y en control de sus propios cuerpos», comenta Jaume Rodríguez, profesor de Yoga en Barcelona. Una clase de Yoga debería ser un espacio seguro de sanación. Con esto en mente, cada vez más docentes optan por ajustes verbales o visuales que pueden ser igual de efectivos si se dan con claridad.
Modelos anatómicos y riesgo de lesiones
Otro argumento de quienes defienden los ajustes está relacionado con la seguridad de la estudiante. Indudablemente, los asanas mal ejecutados pueden llevar a lesiones a corto o largo plazo. Un ajuste realizado con conocimiento anatómico profundo y observando las señales del cuerpo del alumno, manteniendo una comunicación clara para explicar el porqué del ajuste sería lo ideal, razonan. «El ajuste físico puede ser, en muchos casos, indispensable para evitar lesiones. Hay alumnas que, sin darse cuenta, practican posturas que pueden comprometer sus articulaciones. Un toque suave puede guiarlas hacia una postura más segura», sostiene Teresa Rodríguez, profesora de Yoga en Alicante.
Los nuevos descubrimientos sobre variabilidad anatómica desafían esta idea. Subrayan que las diferencias estructurales y funcionales entre los cuerpos humanos son mucho más complejas de lo que tradicionalmente se creía. Esta variabilidad sugiere que los ajustes físicos, en lugar de mejorar la práctica, podrían ser contraproducentes o incluso peligrosos en algunos casos. Las diferencias en la estructura ósea pueden influir drásticamente en cómo una persona realiza un asana. Por ejemplo, las posturas que requieren una amplia rotación externa o interna de la cadera, como Padmasana (Loto) o Gomukhasana (Cara de Vaca), podrían ser inalcanzables para algunas personas. Esto no es porque carezcan de suficiente flexibilidad o práctica, sino porque la forma de sus huesos simplemente no lo permite.
Más allá de la estructura ósea, el rango de movimiento de cada persona está determinado por factores como la genética, el historial de lesiones o la actividad física que ha realizado a lo largo de su vida. Forzar a una alumna a «corregir» su postura mediante un ajuste físico basado en una alineación genérica puede llevar a un estrés innecesario en articulaciones y tejidos, y aumentar considerablemente el riesgo de lesión.
Propiocepción e introspección
Los enfoques anatómicos funcionales, donde se prioriza la función de la postura frente a una forma estética final, están dando al traste con la idea de una alineación universal. Desde esta nueva perspectiva, se alienta a las alumnas a encontrar su propia alineación. Esta debe ser basada en la escucha, la exploración y el respeto por la propia sensación interna, lo cual fomenta mayor autonomía y conciencia corporal. «Cuando me ajustan, siento que me sacan de ese estado meditativo de autoconexión. Para mí, el Yoga es un momento de introspección y autoconciencia, y los ajustes físicos interrumpen ese flujo, me desconcentran y me alejan de la experiencia de autodescubrimiento que busco», dice Yazira Bernales, alumna de Yoga en Madrid.
A veces, los ajustes participan en el tratamiento del dolor
Sin embargo, el ajuste físico de una profesora puede ser reconfortante y facilitar una mayor conexión con el cuerpo. Sobre todo en quienes llegan por primera vez al Yoga o en contextos terapéuticos. «Trabajo con muchos alumnos con problemas de movilidad o dolor crónico. En estas clases, los ajustes son parte del tratamiento. Ayudan a que el alumno se sienta más cómodo y a que la postura cumpla su objetivo terapéutico», comenta Carlos García, profesor de Yoga Terapéutico en Santiago de Compostela. Este enfoque pone de relieve que, en algunos casos, el ajuste físico no solo es beneficioso, sino necesario. Un toque físico suave puede fomentar la relajación y permitir que las alumnas se sientan más conectadas con su experiencia y su respiración. Esto es fundamental para el desarrollo de la propiocepción.
«Como estudiante, soy partidaria de los ajustes porque me han ayudado mucho a desarrollar mi práctica», explica Sofía Gómez, profesora y practicante de Yoga en Málaga. «Para mí son más un acompañamiento que una corrección. Gracias a los ajustes de mis profesores, he podido entender ciertas acciones en partes del cuerpo que no veo y de las que quizá tengo menos consciencia. Un ejemplo es la activación de la pierna de atrás en un Guerrero I. También he entendido en qué dirección se mueve la energía (con un toque suave en las manos en un Guerrero II). Por último, he descubierto mis descompensaciones en algunas posturas (en los hombros en la Silla)».
El consentimiento del estudiante
Aceptar un toque físico es una cuestión de confianza. Desafortunadamente, en años recientes han salido a la luz un asombroso número de casos de abusos por parte de maestros que han traicionado dicha confianza. No es de extrañar que el tema del consentimiento haya tomado un lugar central en los debates sobre los ajustes en Yoga. El contacto físico puede tener connotaciones complejas. En entornos educativos y espirituales donde la persona que enseña tiene una cierta autoridad sobre la que aprende, hay que ser prudentes. La noción de tocar a una alumna sin su consentimiento explícito ya no es una opción válida en algunos estudios de Yoga. Antes de empezar la práctica, puedes indicar con una tarjeta al principio de la esterilla si deseas o no ajustes físicos. El Yoga es una práctica de autocuidado y debemos ser capaces, tanto de expresar claramente nuestros límites cuando aprendemos, como de respetar los límites de los demás cuando enseñamos.
«Es fundamental que el alumno se sienta cómodo y en control. Siempre pregunto antes de ajustar, y si noto alguna señal de incomodidad, inmediatamente detengo el ajuste», dice Juan David González, profesor de Yoga en Zaragoza. Su enfoque está en línea con la creciente tendencia a incluir un consentimiento más consciente y respetuoso como forma de práctica que enriquece la relación entre maestro y alumno.
Un debate en proceso
El debate sobre ajustar o no ajustar está «en proceso». Por un lado, los ajustes físicos pueden ser una herramienta valiosa para crear conciencia del cuerpo en el asana y del asana en sí. Por otro lado, las diferentes necesidades, anatomías o sensibilidades de las alumnas pueden hacer que el toque físico se convierta en un obstáculo más que una ayuda. Si nuestra prioridad es mantener la práctica de Yoga como un espacio de respeto y sanación, es fundamental que mantengamos una actitud abierta, receptiva y dialogante. De esta manera, cada persona pueda explorar su cuerpo y mente de manera segura y autónoma,